Durante décadas, la forma de diagnosticar y tratar la obesidad estaba basada en el Índice de Masa Corporal (IMC). Esta medida, que relaciona el peso con la altura, permite clasificar a las personas según un rango en bajo peso, peso adecuado, sobrepeso, obesidad grado I, grado II y así.
Hoy por hoy podemos ver que esta medida nos queda corta. Pensemos en un atleta de alto rendimiento: probablemente si calculamos su IMC, nos daría dentro del rango de sobrepeso u obesidad. Sin embargo, esto es debido a su alto porcentaje de masa muscular, sin tener entonces un alto porcentaje de grasa ni complicaciones asociadas a ella. O, por el contrario, una persona con un IMC normal puede tener un porcentaje elevado de grasa y bajo en músculo, predisponiéndolo a la sarcopenia (pérdida de masa muscular).
Este año, la prestigiosa revista The Lancet publicó un artículo donde propone definir la obesidad en base al exceso de grasa corporal y no al exceso de peso. ¿Y cómo podemos evaluar este porcentaje de grasa? Para ello, se utilizan métodos como DEXA, estudio de composición corporal por bioimpedancia (InBody ®) y antropometría.
Esta nueva definición resulta en un avance fundamental en cuanto al diagnóstico y tratamiento de la obesidad, reconociéndola como una enfermedad sistémica y crónica, y proponiendo dos categorías:
Obesidad Preclínica: cuando hay función preservada de otros órganos y tejidos.
Obesidad Clínica: cuando hay afectación de otros órganos y tejidos, y limitaciones en la vida cotidiana.
Entonces, ¿por qué es tan importante conocer estos porcentajes de músculo y grasa? La masa muscular es metabólicamente más activa que la masa grasa, esto quiere decir que a mayor masa muscular, aumenta nuestra tasa metabólica basal (las calorías que necesita nuestro cuerpo para “vivir”), por lo cual quemamos más calorías en reposo. Por lo tanto, a mayor masa muscular, más fácil será bajar el porcentaje de grasa.
El exceso de grasa, independientemente del IMC, y sobre todo aquella denominada visceral (la que rodea órganos vitales) puede llevar a disfunciones orgánicas y aumentar el riesgo de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
Por último y fundamental, necesitamos evitar la sarcopenia. Se estima que a partir de los 25 años, la masa muscular disminuye aproximadamente 2,5Kg por cada década. Entonces, para llegar a nuestra vejez saludables, para poder subir una escalera, levantarnos de la silla sin ayuda de nuestros nietos, ¡necesitamos aumentar nuestra masa muscular hoy!
Cuando no subimos a la balanza, ese número refleja absolutamente todo: huesos, agua, músculo, grasa…¡lo importante (y ahora, dicho por la ciencia), es de qué estamos hechos!
Fuente: thelancet.com/commissions-do/clinical-obesity
Laura R. Ortega
Lic. en Nutrición MN 12.294
Atención online y presencial en Belgrano (CABA)
IG: @sweetyntegral
Turnos: 113-117-0101



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