sábado 12 de julio del 2025

El deseo de lo imposible: una lectura psicoanalítica

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El deseo de lo imposible: una lectura psicoanalítica
El deseo de lo imposible: una lectura psicoanalítica | CREDITO CARAS
CREDITO CARAS

Desde la perspectiva del Psicoanálisis, el deseo no es simplemente una carencia a ser llenada, sino la huella estructural de una falta constitutiva. Como señalaba Lacan, “el deseo es el deseo del Otro”, y en ese juego de espejos, lo que se desea no es el objeto en sí, sino su inscripción simbólica, su lugar en la economía libidinal del sujeto.

No se desea lo que se tiene, porque el deseo no apunta a la posesión sino a lo inalcanzable. Es en esa lógica del objet petit a —ese objeto que causa el deseo pero que nunca se colma— donde se ancla la atracción por lo imposible. Cuando un sujeto se obsesiona con lo que no puede tener —sea una persona, una situación, una posibilidad prohibida— no está simplemente encaprichado: está repitiendo, en su teatro interno, una escena arcaica en la que se constituyó como sujeto deseante. Esta escena primitiva suele estar marcada por la imposibilidad de acceder plenamente al Otro primordial: la madre.

Desde esta perspectiva, muchas de las elecciones afectivas de la adultez responden, más que al presente, a una lógica de repetición (Wiederholungszwang) que empuja al sujeto a recrear una escena fallida, con la secreta esperanza de obtener otro desenlace. Así, se desea a quien no está disponible no porque sea particularmente deseable, sino porque encarna la falta originaria: ese primer amor imposible o ambivalente que organizó la experiencia afectiva temprana.

Este patrón puede evidenciar una herida narcisista temprana: no haber sido suficientemente mirado, nombrado o deseado. El sujeto, entonces, se aferra inconscientemente a la consigna “si me esfuerzo lo suficiente, me van a amar”, transformando el deseo en combate, y el amor, en sacrificio. Esta lógica no busca satisfacción sino confirmación: la del guion inconsciente donde el amor siempre es distante, el objeto siempre huye, y uno mismo siempre queda en falta.

El deseo por lo imposible también puede funcionar como defensa frente a la angustia de lo posible. Sostener una relación viable implica abrir zonas psíquicas que han sido selladas por el trauma o el rechazo: exponerse a la entrega, al fracaso, al deseo del otro. Desear lo inalcanzable permite permanecer en el terreno de la fantasía, donde todo está bajo control. Como decía Freud, la neurosis no es más que una forma de evitar el sufrimiento del mundo exterior refugiándose en los síntomas.

¿Y qué hacer entonces con este deseo que angustia? No se trata de reprimirlo, ni de sustituirlo por una alternativa más “racional”, sino de analizar su lógica. ¿Qué quiere el sujeto cuando dice querer a ese otro inalcanzable? ¿Qué lugar ocupa ese otro en su economía del deseo? ¿Qué escena está repitiendo sin saberlo?

Solo a través del análisis es posible despejar esa niebla densa que confunde el amor con el anhelo perpetuo, el deseo con la carencia sin fin. Analizarse no es renunciar al deseo, sino renunciar a su prisión. Es abrir la posibilidad de desear de otro modo, desde un lugar menos herido, más libre.

Porque sí: todos merecemos amar y ser amados. Pero antes, es necesario poder desear sin repetir. Poder elegir sin arrastrar. Y para eso, hay que mirar adentro. Ahí donde el deseo esconde su verdad más antigua.

 

 

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