En este siglo, la sanación se ha vuelto casi una “cuenta corriente”. Cada vez más personas buscan sanar rápidamente, ya sea a través de terapias trascendentales o mediante pastillas que adormezcan la tristeza o la ira.
En este momento histórico de la humanidad, sanar parece haberse transformado en un gasto más: un “pago por más salud”. Así, no dejamos de buscar al mejor especialista, al terapeuta ideal, a quien pueda liberarnos del propio dolor.
Sin embargo, la verdad —y esto incluye también la búsqueda de una energía femenina equilibrada— es que no se puede sanar de esa manera.
Por más herramientas que utilices, es probable que, una y otra vez, te encuentres en el punto de inicio.
Cuando creíste que habías superado una enfermedad, un pico de estrés puede hacerla reaparecer.
Cuando pensaste que habías cortado definitivamente los vínculos tóxicos, pueden volver a presentarse.
Cuando sentiste que, por fin, te habías puesto como prioridad, puede surgir una situación o una persona que te demuestra lo contrario.
Sanar no es una línea recta: es una esfera que gira.
Así como el sistema solar gira sobre su propio eje y órbita, nuestra sanación, nuestro dolor, nuestra libertad, coherencia y amor también giran en torno a un mismo eje. Ni todo el dolor del mundo puede eliminar al amor, ni todo el amor puede evitar que algo te duela.
Es necesario comenzar a ver la vida desde otro punto, uno inclusivo, uno en el que entendemos que por más “alto que vibremos” también vamos a sufrir de perdidas, desamores, desencuentros.
La clave de una vida plena y de una energía sana es saber comprendernos, y saber renacer de nuestras propias tinieblas.
Nadie puede quitarte el amor que tenés dentro, pero tampoco nadie puede quitarte todo tu dolor.
Aprender a convivir con ciertas partes de vos no es un error: es vivir en coherencia con la vida misma y con la madre naturaleza.
Las hojas caen, las plantas se marchitan, y partes tuyas también lo harán a su debido tiempo divino. Y cuando ese momento llegue, espero que estés listo.
El arcoíris tiene siete colores. Imagina, por un instante, que esos siete colores coexisten dentro de vos. También podrías llamarlos chakras.
El equilibrio y el balance de tu vida giran en torno a esos siete centros energéticos. Vivir en armonía es vivir en concordancia y coherencia con ellos.
No se trata de negar o reprimir ninguna parte, sino de permitir que todo fluya.
Dejar fluir a la vida misma. Dejar fluir tu propia esencia.
Florencia Glomba, creadora de la marca Flor Holística, y escritora del libro “Conviertete en la Diosa que ya existe en ti”.
Instagram: flor.holistica








Cristina Kirchner y el laberinto judicial

Todo Vale: así es la serie que marca el debut de Kim Kardashian como actriz

Fabián Mazzei reveló su relación con su madre: “Su sobreprotección me asfixiaba”
