viernes 18 de abril del 2025

Tu ausencia, mi presencia: El cuerpo como territorio

ARIANA CARUSO: Actriz, docente, dramaturga, especializada en Antropología Teatral, nos invita a pensar el cuerpo como un archivo vivo de la experiencia. Una columna que entrelaza la biografía, el arte y la presencia escénica. Galería de fotosGalería de fotos

ARIANA CARUSO
Tu ausencia, mi presencia: El cuerpo como territorio. | CREDITO CARAS
CREDITO CARAS

Pienso que el cuerpo es una esponja de nuestra biografía; absorbe incluso lo que no podemos nombrar. Un territorio sensible donde se reúnen, de manera integral, todo lo que observamos, lo que pensamos, lo que sentimos y lo que estamos atravesando.
El cuerpo como forjador de recuerdos, la ausencia como presencia.
El cuerpo se transforma en palabra por medio de imágenes que encuentran su lugar en las acciones, donde, dentro de la antropología teatral, les damos lugar por medio de partituras de acción con las que generamos relatos, historias. Lo que no decimos con palabras, lo decimos con el impulso del cuerpo.

Me gusta pensarlo así: como una totalidad viva. Cuerpo, voz, emoción, mente y espíritu como un mismo pulso.
 Una partitura íntima que escribe, a través de gestos, silencios y movimientos, eso que nos inquieta, que nos convoca, que nos conmueve.

El cuerpo como pluma.
El cuerpo como templo.
El cuerpo como memoria activa.

Hace años, cuando me encontré con una disfonía persistente —mi voz se volvía ronca, sobre todo en los finales, y no me permitía actuar— comencé a hacer lo que debía: fonoaudiología, descanso vocal, cuidados técnicos. Pero la disfonía no se iba. Había algo más.

 Fue Graciela —fonoaudióloga especializada en artistas escénicxs y también psicóloga— quien me habló, por primera vez, de la disfonía no solo como una falta de sonido, sino como una ausencia más profunda. Un duelo alojado en el cuerpo.
 Juntas empezamos a trabajar más allá de lo técnico: entramos en la emoción, en el silencio, en lo que no se dice.
 Me preguntó por mis faltas, por las ausencias, por esos rastros invisibles que el cuerpo guarda incluso cuando creemos haberlos dejado atrás.
 Ahí entendí que no todo se resuelve solo con técnica, y que la imagen, la emoción, también pueden ayudar a resolver temas técnicos.
 Que hay zonas silenciosas del cuerpo que gritan ser escuchadas.
 Siempre voy a recordar a la fono Graciela.
 Causalmente —o no—, lleva el mismo nombre que mi mamá. La misma vibración que nombra una  de mis ausencias más hondas.
 Mi método nace también de esa experiencia: de reconocer al cuerpo como un archivo vivo, un espacio de inscripción y transformación.

El trabajo escénico no es, para mí, una mera acumulación de herramientas, sino un proceso de decodificación: descubrir cómo cada cuerpx dice, interpreta, siente, transforma, juega con esas técnicas habilitadoras.

En mi práctica, trabajamos desde lo integral: técnicas de entrenamiento físico y vocal que permiten que la voz no sea solo una forma sonora, sino una resonancia corporal. Que el cuerpo, gesto no sea solo ejecución, sino pensamiento encarnado.

El cuerpo como una gran pluma que escribe el relato de lo que somos.

Como actriz, docente y dramaturga, siempre me conmovió ver cómo un mismo personaje, o una misma consigna en una clase, puede desplegar mundos completamente distintos en cada intérprete, abriendo camino al universo personal y a desarrollar la propia poética.

Y es que cada cuerpx filtra, tamiza, traduce lo que recibe, lo transcribe, interpreta desde su historia y lo devuelve al mundo con su singularidad.
 Por eso creo que el mayor duelo es el del cuerpo y la voz que no tenemos, para aceptar lo que sí somos —que es con eso con lo que podemos trabajar—, y para aceptarlo hay que pasar por ser extranjero, extraño dentro de unx mismx, para encontrarse.

Por eso pienso las consignas no como instrucciones, sino como inspiraciones.
 Invitaciones a abrir puertas, caminos para que cada unx haga ese acto de entrega que considero de los más hermosos y poderosos: ir hacia adentro para investigarse y compartir, con honestidad, lo que somos.

Ese movimiento entre el adentro y el afuera, esta energía centrípeta y centrífuga que funciona permanentemente —entre la escucha interna y el gesto ofrecido— es la base de mi trabajo con cuerpo y voz.

Porque cuando nos comprometemos con todo lo que somos, entonces sí, podemos entregar un “vínculo” un  “algo” verdadero al mundo, a la escena, al otrx.
 Y eso, para mí, es presencia.

 

Ariana Caruso

@alacaruso

153 399 1739

www.arianacaruso.com

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