Todo comenzó como un hobby durante la pandemia, cuando Martina, con mucho tiempo libre y sin poder salir, empezó a cocinar para su familia. Lo que inició como un simple pasatiempo, se transformó en una pasión que la llevó a formarse profesionalmente en IGA y a crear Martina Patisserie. Con el apoyo de sus padres y una cuenta de Instagram donde compartía sus creaciones, Martina ha logrado conquistar a sus clientes con postres de alta calidad y presentación impecable. Desde la popular Red Velvet hasta el cheesecake de frutos rojos, cada postre refleja su dedicación y amor por la pastelería.
¿Qué te inspiró a convertirte en pastelera y cómo fue tu formación?
Todo comenzó como un hobby, o mejor dicho, como un “descanso” en mis tiempos libres de la facultad durante la pandemia. Con mucha carga horaria y sin poder salir, me ponía a cocinar la merienda para la familia. Empecé a seguir cuentas de Instagram de pasteleros/as conocidos y personas que subían lo que vendían, sin ningún título.
Desde chica ayudaba a mi mamá con las tortas de cumpleaños. Más grande, empecé a hacerlas yo, pero siempre lo tomé como algo divertido. Nunca me imaginé hacerlo profesionalmente. A mitad de año pensaba en cambiar de carrera. ¿Que me fue difícil? ¡Sí! Lo charlé con mis padres y ambos me apoyaron. En marzo de 2021 arranqué la carrera de Pastelera Profesional y Avanzada en IGA. Me hice una cuenta nueva en Instagram y empecé a subir lo que hacíamos en las clases. También hacía tortas y postres para sacarles fotos y subirlas a las redes. ¡Llegó un momento en que en casa no queríamos comer más dulce! Después, la gente me empezó a pedir postres y tortas de cumpleaños.
¿Cuál es el postre más popular en Martina Patisserie y qué lo hace especial?
Los postres más populares han ido cambiando por etapas. Ahora se vende mucho la Red Velvet, una torta de terciopelo rojo en capas, de textura esponjosa y húmeda, rellena con una suave crema de queso (cream cheese). También el cheesecake de frutos rojos, con mermelada casera y fruta fresca por encima. Pero, cuando comencé, se vendía mucho la torta brownie con dulce de leche y merengue.
Creo que lo que hace especiales a mis postres es la calidad, un factor que no se negocia. Siempre trato de hacer tortas que yo compraría: que sean lindas, abundantes y, sobre todo, ricas. Quiero que quien me compre por primera vez, vuelva a hacerlo.
¿Cómo manejas la creatividad y la innovación en tus recetas mientras mantienes la calidad y consistencia?
Miro mucho las redes sociales y las tendencias que van surgiendo. De todas maneras, trato de seguir mi estilo y lo que me gusta hacer. Me encanta innovar en postres nuevos que en Capital llaman mucho la atención y que acá en 25 todavía no han llegado o no se conocen.
Obviamente, también tengo muy en cuenta el packaging. Me encanta que el producto esté bien presentado, desde que lo entrego en caja hasta cuando llega a sus casas y ven el producto terminado. Quiero que llame la atención y que no sea igual a los demás.
En cuanto a la calidad, al principio probaba productos de distintas marcas y veía cuál me resultaba mejor (sabor, consistencia, etc.). Hoy en día ya tengo mis productos de buena calidad y proveedores que me abastecen con la mercadería necesaria.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiere iniciar su propio negocio de pastelería?
Creo que es difícil dar un consejo; cada uno tiene que construir su propio camino sin compararse con los demás. Eso es fundamental. La comparación no te lleva a crecer, sino a la frustración. Yo creo que la competencia es contra uno mismo. En este rubro, hay que reinventarse constantemente y superarse permanentemente. La pastelería es hermosa; saber que una de mis tortas está en sus mesas, ya sea en un cumpleaños o en algún otro evento, me es suficiente. Pero, como todo, también tiene su lado B: es súper exigente, requiere mucho trabajo y es muy demandante.