En la última emisión de +Caras, el ciclo de entrevistas conducido por Héctor Maugeri en Caras TV, Esther Goris protagonizó una charla profunda, honesta y cargada de emoción. Con más de cuatro décadas de carrera en el mundo del espectáculo, la actriz, escritora y guionista repasó su historia artística, su vínculo con la actuación y la forma en que personajes icónicos como Eva Perón y Coco Chanel la ayudaron a transformar el dolor en arte.
Figura emblemática del cine, el teatro y la televisión nacional, Esther leva 43 años de trabajo ininterrumpido. Ha interpretado desde villanas de telenovelas a protagonistas históricas. Actualmente se luce cada miércoles en Interviú, la obra que protagoniza en el teatro Picadilly. Pero más allá del presente profesional, la actriz se permitió mirar hacia atrás y reflexionar sobre cómo la actuación se convirtió en su refugio emocional.
Esther Goris y el dolor como combustible creativo
“Ser actriz me salvó de la desesperación. Hay algo que no se completa si no es con la actuación”, expresó con contundencia. “Por suerte lo decidí siendo muy joven, sino no sé qué hubiera sido de mí. La hubiera pasado muy mal en esta vida de no haber tenido la actuación”, agregó con la sinceridad que marcó toda la entrevista.
La interpretación de Eva Perón en la película de Juan Carlos Desanzo y su versión teatral de Coco Chanel no solo le valieron reconocimiento del público y la crítica. Para Goris, ambas fueron experiencias catárticas que marcaron un antes y un después: “Tuve la suerte de hacer personajes maravillosos como Chanel o Evita. A lo largo de mi vida hice catarsis con estos personajes. Lavaba mi alma. Allí iban mis emociones al servicio de un personaje. Los personajes se alimentan de las emociones de uno. Gracias a ellos podemos vivir mejor”.

Consultada por Maugeri sobre la relación entre actuación y locura, no esquivó el tema: “Hay que tener cierta falta. Esa sed de algo más que no se sabe qué es, pero que se va a completar con los personajes que hacemos. Si tuviéramos ‘todos los patitos en fila’ no podríamos convocar todas las noches a nuestros fantasmas o llorar al amor de nuestra vida”.
En esa línea, también recordó con cariño a Diana Liberman, su personaje en La Leona, una mujer intensa, pasional y al límite: “Me tocaron varias ‘loquitas’... personajes con mucha desesperación”.

Para Esther Goris, actuar no es simplemente sentir, sino hacerlo con precisión: “Los actores tienen que tener las emociones a flor de piel pero, al mismo tiempo, tener un control exacto sobre esas emociones. Porque yo tengo que emocionarme todos los días a las 20.30 o cuando el director dice: ‘Acción’. No antes ni después”.
Y concluyó con una idea que resume su filosofía artística: “Todo el arte se nutre de la falta y el dolor. No hay un arte de la felicidad. La felicidad se completa en la actuación”.

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