En el marco de la segunda temporada de +CARAS, Héctor Maugeri recibió a uno de los actores más prestigiosos del teatro argentino: Miguel Ángel Solá. Dueño de una trayectoria impecable, el artista protagonizó una charla profunda e inolvidable, donde habló de su presente laboral, su historia familiar, y también se refirió abiertamente a los graves problemas de salud que enfrenta.
Con 75 años y más de medio siglo sobre los escenarios, Solá volvió a los escenarios porteños con Mi querido presidente, una comedia en la que protagoniza a una psiquiatra poco convencional. Pero detrás de esa vitalidad que aún despliega en escena, el actor también convive con el desgaste físico que le dejó su entrega total al arte y una serie de infortunios que la vida le deparó.
Los problemas de salud de Miguel Ángel Solá
“Desde muy joven se me colgó una mochila muy grande: la de actor prestigioso. A los 26 años ya me habían dado todos los premios que en esa época recibían los actores de 50”, recordó con emoción. Esa exigencia notable, que le permitió saltar a la fama siendo muy joven y que aún despliega en los escenarios, fue también —según confesó— la que con el tiempo le pasó factura.
El actor argentino, radicado en España desde hace años, relató que durante su carrera ha atravesado múltiples episodios que afectaron gravemente su salud. Uno de los más delicados ocurrió en 2006, cuando fue arrastrado por una ola en una playa de las Islas Canarias, lo que le provocó una estenosis medular. En aquel entonces, se encontraba protagonizando El diario de Adán y Eva junto a Blanca Oteyza, madre de dos de sus hijas, y debieron suspender las funciones. El diagnóstico fue tetraplejia, y el proceso de recuperación fue tan extenso como doloroso.
Años más tarde, sufrió un síncope que lo llevó a golpearse violentamente el rostro. “Me rompí media cara y me tuvieron que hacer una cirugía con más de 150 puntos”, relató. Hoy, continúa lidiando con las secuelas físicas: “Me hice una resonancia para ver si me operan la zona medular. Me pasó de todo en el cuerpo. Soy un mecano. Pero salí, siempre salí. Siento dolores todos los días”.

El intérprete y director de teatro reconoció que la intensidad con la que se entrega a sus personajes no tiene punto medio. “El problema que se me planteó a mi es hasta dónde resiste mi cuerpo. Eso depende de la exigencia del personaje. Si pide más es porque no está conforme con lo que le das. Parece un cuento de brujas, pero no lo es. Son seres que necesitan contar su historia, y si se van disconformes, los apagás”, reflexionó.
Cuando Maugeri le preguntó si podría haber sido otra cosa que actor, la respuesta fue contundente: “No. Hace poco estuve dirigiendo, pero yo soy actor. Eso no cambia”.
Mientras repasaban su fructífera carrera artística, Miguel Ángel Solá se emocionó hasta las lágrimas. “Cumplí con mi deber. Me enorgullece, pero ya pasó todo eso. Me hiciste ir varias decenas de años atrás y digo: ‘Sí, me lo merezco’. Lo digo con pudor: “Soy buen actor”. Entrego todo en mi trabajo, me gusta lo que hago”. Y concluyó: “Me dieron su atención, sus risas, sus momentos de emoción, su llanto, todo. Pero, ya está. Es suficiente. Hay una parte mía que vive en el pasado”.
MDP

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