El último fin de semana, Mía Cambiaso celebró una nueva conquista en su creciente carrera como jugadora de polo: se consagró campeona del prestigioso British Open junto al equipo La Dolfina Scone, que lidera su padre, Adolfo Cambiaso. La imagen que recorrió las redes fue la del abrazo con él y con su madre, María Vázquez, en un momento lleno de emoción, ternura y orgullo familiar.
En la foto, tomada instantes después del triunfo, hubo un detalle que no pasó desapercibido: en el casco celeste y blanco que Mía usa para jugar, se ve con tinta negra la figura de una mano de Fátima, uno de los símbolos de protección más antiguos y poderosos del mundo. Un amuleto que, sin necesidad de explicaciones, parece hablar por sí solo sobre la energía que acompaña a la joven en cada partido.

El amuleto que acompaña a Mía Cambiaso, la hija de María Vázquez y Adolfo Cambiaso: fuerza y protección
María Vázquez, Adolfo Cambiaso y su hija Mía Cambiaso forman una de las familias más emblemáticas del polo internacional, y cada logro de la joven viene acompañado por una fuerte carga simbólica y emocional. En el mundo de este deporte, donde la concentración, la garra y el temple son esenciales, muchos jugadores recurren a pequeñas cábalas o amuletos para reforzar su conexión interior. Mía encontró su símbolo personal en una figura ancestral.
La mano de Fátima es un talismán que simboliza la protección, la suerte y la fuerza espiritual. De origen árabe y hebreo, se utiliza como escudo ante las malas energías. Que Mía lo lleve grabado en el casco no es casual, sino que forma parte de su identidad como deportista y como persona. El dibujo aparece justo en la parte posterior del casco, acompañado por su nombre en mayúsculas. Un detalle que combina estilo, convicción y un fuerte sentido emocional.

El momento en que Mía, con ese casco puesto, recibió el abrazo de sus padres tras ganar el British Open, fue una escena que habló más allá del deporte. Fue una postal de legado, unión y continuidad familiar. En la final contra Kazak, el equipo La Dolfina Scone se impuso por 9 a 8 y Mía se lució no solo por su desempeño técnico, sino también por su actitud en la cancha. Su figura brilló con luz propia en Cowdray Park, algo que consolidó su rol como una de las grandes promesas del polo femenino internacional.
El campeonato significó una nueva hazaña para la historia de La Dolfina, y el protagonismo de Mía reafirma que el apellido Cambiaso sigue marcando el rumbo del polo. La joven lleva la experiencia de su padre y el temple de su madre, sumado a su propia impronta y sensibilidad. Y en medio de todo, ese pequeño gran símbolo que la acompaña en cada jugada, que protege y guía, que dice mucho sin palabras: la mano de Fátima.

En cada logro de Mía Cambiaso, el legado de María Vázquez y Adolfo Cambiaso late más fuerte que nunca. Con talento, dedicación y una conexión espiritual que también habla de amor, la joven escribe una historia propia que apenas está empezando.
MVB

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