Y de pronto New York se transformó en la ciudad de Santa Claus. Cientos de jóvenes salen a la calle desde temprano con ropas navideñas. Invaden avenidas y callecitas, barrios y subtes. A nadie parece llamarle la atención.
Hasta los homeless se ponen gorros colorados y salen a competir entre ellos por el mismo objetivo, demostrar quién lleva el disfraz más original del día.
Pero cuál es el objetivo, rendirle un tributo a Papa Noel...No, nada de eso. La idea que se impuso en esta temporada navideña es que la mejor creación artística pueda competir en los bares por uno par de tragos sin pagar un centavo. Esta idea, aunque parezca simple y poco creativa, es Manhattan es transformadora.
Miles de jóvenes se aglutinan en los bares y hacen cola para ingresar. Toman durante horas, y es el dueño del lugar, muchas veces con el voto de los mismos participantes, quien decide quién se llevará el máximo galardón. Así es que durante dos días todo está al servicio de la Navidad o de una copa de alcohol gratis.