Cuando a fines de enero el príncipe Harry (35) se despedía, pelea mediante, de su enojada abuela, la reina Isabel II (94), de su padre, el príncipe Carlos (71), y de su hermano, el príncipe William (37), y en definitiva de la Casa Real Inglesa, lo hacía convencido de ir en busca de una nueva vida, normal y sólo dedicada al amor. Así, junto a su mujer Meghan Markle (38) y a su bebé Archie Harrison Mountbatten Windsor –que el 6 de mayo celebró su primer año de vida-, hizo sus maletas y partió hacia Canadá. La ciudad de Vancouver con su tranquilidad y sus pacíficos habitantes le pareció el verdadero paraíso que tanto ansiaba. Inmediatamente comenzaron a buscar una gran propiedad para allí rearmar su hogar. Dicen que a Meghan nada la terminaba de convencer por eso Harry decidió alquilar una mansión que les serviría para pasar sus primeros meses en tierras canadienses y, mientras se iban acostumbrando a la nueva vida poder continuar su búsqueda, más tranquilos, de un hogar definitivo. Pero las dudas de la duquesa de Sussex iban en aumento y aunque no terminaba de aclarar qué era lo que buscaba, comenzó a hablarle a Harry de lo maravillosa que era la vida en la ciudad de Los Angeles para su establecimiento permanente. Cuentan testigos cercanos a la pareja que las charlas siempre rondaban los mismos temas. “Allá el clima es estupendo. Siempre hay sol. Hace calor. Aquí siempre frío. Allá tenemos amigos. Yo conozco muy bien la ciudad porque he vivido allí. Tengo cerca productores conocidos. Y podré retomar mi carrera de actriz…”, eran algunos de los argumentos con los que Meghan “atormentaba” diariamente a Harry. Cuando la pandemia del COVID 19 comenzó a amenazar con el cierre de las fronteras entre países en todo el mundo, dicen que la pareja tuvo una fuerte discusión. Pero Meghan ganó y alcanzaron a tomar el último vuelo privado antes que se decretara el aislamiento obligatorio. Así, finalmente, desembarcaron en Los Angeles olvidando los millones que habían pagado por el alquiler adelantado de su casa canadiense. Rápidamente rentaron una mansión cercana a la de su amigo Elton John (amistad que heredaron de la desaparecida Lady Di) que pertenece a la socialité, empresaria, diseñadora y modelo Kylie Jenner. La espectacular casa tiene 8 habitaciones y 10 baños, además de suites, gimnasio, piscina y todos los lujos. Apenas se instalaron Meghan volvió a ser “prisionera” (como le reclama Harry) de su teléfono, redes sociales y cuanto sistema de comunicación tenga a su alcance.
Ya desde su desembarco en Canadá, la duquesa había retomado su vieja obsesión por el cuerpo. Largas horas d yoga y una dieta estricta de lunes a viernes. Desempolvó sus guardados secretos de belleza, como su desayuno con un toque de acaí (un producto del Amazonas que tiene propiedades antioxidantes, vitaminas, ácidos grasos y fibra, y que hasta los indígenas lo empleaban como remedio natural para muchas enfermedades) que suele acompañar con moras, bananas y leche de almendras. Por la mañana tampoco falta un cóctel de frutas, un “smoothie”, por ejemplo de manzana verde, kale, espinaca, limón y jengibre. De lunes a viernes es muy estricta con su dieta vegana: nada de carne, ni huevos, ni ningún otro alimento de procedencia animal. También se cuida de no ingerir mucho gluten para lucir mejor su piel. Sólo los fines de semana se relaja un poco y vuelve a su copa de vino (su favorito es Tignanello) por las noches o con uno de sus predilectos platos de pastas con salsa de tres quesos y aceite de oliva. Tampoco se puede resistir ante un “toast” de palta condimentado con aceite de oliva y ajo negro. Como también le gusta variar, cada tanto, come sandía con canela o en una ensalada con queso feta, menta y aceite de oliva. En su dieta no faltan los tacos de pescado. Pero no conforme con seguir ella sola su lista de comida sana, le habría impuesto a Harry que él también la cumpla para bajar los kilos de más que ella le veía.
Las últimas semanas, a pesar de la obligación del aislamiento, Meghan comenzó a interesarse por una gran mansión que está a la venta desde hace varios meses. Y comunicada directamente con una de las inmobiliarias más exclusivas de LA, a quienes anticipó que su presupuesto para el nuevo hogar de los Duques de Sussex oscilaba entre los 13 y los 18 millones de dólares, se mostró muy interesada por la gran casona del actor Mel Gibson, valuada en 15 millones, de marcado estilo medieval, con mucha piedra y madera. La mansión de 600 metros cuadrados fue construída en 1996, tiene 5 habitaciones en suite, dos piscinas, una fuente y un gimnasio, entre otros lujos. Aunque también se mostró fascinada por la residencia que pertenece al productor Steve Chalman, a la venta en 13 millones y que tiene 6 habitaciones, área de juegos, piscina, sala de cine, pérgola frente al mar y hasta un departamento independiente que podría ocupar su madre, Doria.
Ante tantos rápidos proyectos, Markle también comenzó a recibir firmes propuestas para regresar a trabajar, no sólo con Disney como ya lo hizo, sino en otras series. Dispuesta a imponer nuevamente su imagen pero esta vez con un aire más popular, no dudó en sumarse a causas solidarias que tan buena publicidad aportan (enseñanza que le dejó su paso por Buckingham). Comprometida con todo el trabajo que está realizando el personal sanitario contra el coronavirus, primero repartió comida en asilos de ancianos y a gente necesitada le llevó bolsas hasta la puerta de su casa. Y en este punto rápidamente se cruzó por su mente el nombre de Angelina Jolie (44), quien tiene toda la fama, participa de cuanta movida solidaria exista y las mujeres la aman. Rápidamente contrató un equipo de guardaespaldas de la misma empresa que se ocupa de la seguridad de la actriz y ahora piensa en mudarse a una de esas residencias donde la tendría de vecina. Además, como es conocida de Harry le insistió para que él la contactara y se reunieran a almorzar y charlar. Quizás también pensando que el matrimonio ya no contará con los ingresos que recibían como duques y miembros de la Casa Real Inglesa, Meghan ya hace sus propias cuentas futuras.
Cuentan en la intimidad que Harry tardó en descubrir todo el secreto plan de Meghan para volver a ser “la reina de Los Angeles” y estar sólo a un paso de Hollywood. Y que cuando comprendió todo lo que había proyectado su esposa secretamente, sin consultarlo, y que lo había logrado, enfureció. Quizás también pensando que cuando su abuela, Isabel II, se entere, volverá a retarlo fuertemente como cuando era un aventurero conquistador