Se conocieron en un gimnasio, un punto de encuentro que acredita antecedentes de haber formado varias parejas. Sólo la coyuntura de coincidir en un horario atípico, de 19:00 a 20:00, era el único punto de contacto entre Gustavo Posse (57) y la cantante Coral Campopiano, ambos en “transición afectiva” tras haberse independizado de anteriores relaciones. “Siempre quedábamos nosotros dos y nos encontrábamos en la puerta, así durante varios meses. Además, lo particular era que de ahí nos íbamos a trabajar, ella se iba a tocar o a sus clases de Derecho y yo a mi tarea institucional”, le confesó a sus íntimos el intendente de San Isidro, cuya condición de político era un argumento decisivo para la negativa incial de ella de entablar algo. “Eramos dos ‘loosers’ en el gimnasio muriéndonos de frío y en un horario que no se quedaba nadie. Desde lo personal estaba todo bien, pero todo eso de la política y el poder era lo único que no me gustaba. Encima como yo venía de vivir muchos años en Nueva York no entendía quién era, un día le pregunté si era Adrián Posse (risas), que era un ex directivo de una discográfica. Y nos tratábamos siempre con respeto, durante los primeros cuatro meses de conocernos éramos ‘doctor’ y ‘doctora’, nadie quebraba esa línea”, relata la cantante con vasta experiencia en los Estados Unidos, donde compartió escenario con artistas de la talla de Joss Stone (32), Juanes (49) o Julieta Venegas (48). Hoy, el primer single de su octavo álbum, “Salto Mortal”, suena en todas las radios argentinas y norteamericanas, además de ilustrar las carrocerías de distintas líneas de colectivos locales.
Entre tantos encuentros circunstanciales, Posse, que nada sabía sobre su compañera de gimnasio, le preguntó una vez a que se dedicaba. Y para explicarle mejor su trayectoria, Coral le envío por WhatsApp un compilado de su carerra artística. Fue así que el político, con el contacto obtenido, le mandó un primer y escueto mensaje: “Doctora, ¿podemos hablar por teléfono?”, le preguntó ante su poca predisposición para entablar diálogos por escrito. La primera charla se extendió durante dos horas y delató la empatía y el feeling que se empezaba a generar. Los diálogos hasta bien entrada la madrugada complicaban la rutina diaria de Coral, que cada mañana debía despertarse a las siete para llevar a sus dos hijos al colegio, Nikela (10) y Benicio (5), fruto de un matrimonio anterior. “De mi marido me separé tres veces, la última y definitiva fue hace tres años y pico. Igual me llevo bárbaro”, específicó. Las charlas entonces se sucedían, pero tampoco arrojaban avances significativos. La aversión de ella hacia todo lo que tenga que ver con la política parecía ser un obstáculo insalvable, aunque en su interior algo la empezaba a intrigar. “En un momento pensé que no me iba a llamar más, y yo a veces no le escribía a propósito para ver como reaccionaba. De repente quedábamos incomunicados durante dos o tres días y nos mandábamos un ‘doctor’ o ‘doctora’. ¡Tuvo mucha paciencia!”, admite ella hoy con el diario del lunes ya escrito.
Y si a la buena sintonía le faltaba acción, fue el cumpleaños del jefe comunal sanisidrense lo que encendió la chispa emocional. El día anterior a la fecha, otra de las tantas charlas telefónicas se vio interrumpida por un día de múltiples obligaciones para ella, que cortó la comunicación superada por hechos que se le juntaban como bañar a sus chicos y ensayar con su banda. Ante la contingencia, Posse intentó otra llamada para invitarla a su festejo, pero nadie contestó. A los dos días, ya con el cumple consumado, Coral le envió un mensaje disculpándose por no haberle contestado. Y cuando se enteró que él había celebrado sin siquiera participarla, la bronca la invadió. Le pidió explicaciones del hecho, se le acabó la paciencia y le espetó un contundente “sos un grasa”. “Pensé que se había hecho el re bol...”, admite ella, a esa altura ya con sentimientos de “un vacío grande” cuando pasaban días sin hablar con el “doctor”. Cosas del corazón y sus bemoles, el enojo de la artista precipitó en Gustavo la inquietud de que “si se enoja puede ser que tanga algún interés”. La “bronca” de Coral terminaba siendo un mejor escenario que la indolencia anterior, en la que Gustavo se sentía como “navegando a ciegas”. Y fue un nuevo viaje de la artista a Nueva York lo que le dio impulso a una relación al borde de languidecer. El tomó la iniciativa y la pasó a buscar en su auto, un trayecto en el que le indicó con autoridad que remedios tomar y cada cuánto tiempo, todo para curar su estado congestivo. “Me dijo que vivía a cuatro cuadras y se ofreció llevarme. Lo loco es que me seguía hablando cuando se fue de Ezeiza, y estando en Nueva York tambien la seguíamos. Yo cortaba y me decía ‘¡cómo puede ser!, me vengo a Nueva York y me la paso hablando por celular”. Y si algo le faltaba a la historia, el temporal y los huracanes que azotaron a Miami, justo cuando Posse había viajado a La Florida, terminó de encastrar a las dos partes.
Ante la disyuntiva de no encontrar vuelos para regresar a Buenos Aires, el jefe comunal decidió dirigirse al cercano aeropuerto de Fort Lauderdale. Como no había ninguna posibilidad de volar a Buenos Aires, la llamó a Coral y le dijo que viajaría a Nueva York, y si no tenía problemas en recibirlo. “Sino me voy a un hotel”, amenazó él, pero no fue necesario. Con trece años vividos en la Gran Manzana, la cantante se sentía más que local en las calles de Manhattan. Y hospedó sin problemas a ese candidato que, sigilosamente, ya se había internado dentro de su corazón. “No podía esquivarlo más, y además esa no era mi intención. Yo sabía que estaba en el límite, ya eran demasiadas las trabas que le ponía. Me tomé mi tiempo para ver como se comportaba, porque de ninguna manera me iba a entrar por ser el intendente, ese no era motivo para conocer a una persona. Si mostraba ese perfil no tenía chances, pero cuando me llevó esa vez a Ezeiza algunos de sus gestos empezaron a convencerme”, revela quien fue bautizada como “la embajadora del pop rock en Spanglish”.
El sábado que pasó, y como fiel habitué de los muchos sitios atractivos que tiene su distrito, Posse desafió el fuerte viento que soplaba en la costa y salió a caminar con Coral por la ribera de Martínez. Hicieron base en el restobar Malloy’s, donde a pesar de la mucha gente que frecuenta el point pudieron pasar inadvertidos. Algunos vecinos de la zona se preguntaban quien era la mujer que acompañaba a su intendente, recientemente reelecto en los comicios de octubre. Y Coral Marina Campopiano, bautizada así porque sus padres fueron a concebirla a una ciudad costera, estudió arte dramático en Nueva York y se radicó de adolescente en esa ciudad haciendo lo que más le gusta: tocar la guitarra, el piano, la batería y cantar. Y cuando su carerra estaba tan arriba que debía decidir entre quedarse para siempre allá o pegar la vuelta, los afectos familiares y la soledad de las grandes urbes la impulsaron a regresar. Se instaló de vuelta en Buenos Aires hace cinco años, pero su trabajo es tan reconocido allá que viaja permanentemente. Entre otros palmares grabó con George Benson (76), cantó con John Legend (40) y compartió escenario con los Ratones Paranóicos o Babasónicos. Recientemente abrió el show de la inglesa Dido (47) en el Teatro Coliseo, cantó en algún cumpleaños de Michael Jackson y en la Argentina fue nominada a Mejor Album Pop Femenino. Separada y madre de dos hijos, le encanta que su nuevo amor vaya a verla cantar en los recitales que la enorgullecen. Acaba de conocer a la madre de Gustavo, y de la mano de él descubre virtudes y problemáticas del partido que los cobija. Y ya no necesita ir de noche al gimnasio para tentar a Cupido: ahora van a la mañana o de tarde a compartir juntos una de las tantas cosas que los unen. Con esa persona que sólo necesito insistir en ser él mismo para lograr conquistarla.