Tras dos gestaciones sin problema, Florencia Peña debe recibir inyecciones diarias de heparina para que su tercer hijo nazca sano. Es para tratar la trombofilia, un desorden de la coagulación que puede llevar a la trombosis durante la gestación y poner en riesgo al bebé. Otras famosas con cuadros similares fueron Laura Franco (Panam), quien tuvo a su hija Sofía tras cursar un embarazo de riesgo y haber perdido un año antes a su hija Chiara antes de dar a luz y María Fernanda Callejón, quien sufrió varios abortos espontáneos antes de tener a Giovanna.
Si la trombosis se desata, los coágulos pueden obstruir los vasos sanguíneos, evitar la correcta nutrición y oxigenación del bebé, y llevar a la muerte fetal intrauterina o al aborto. ¿Pero por qué, como en el caso de Peña, puede dispararse después de embarazos normales? El doctor José M. Ceresetto, miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Hematología (SAH), aclaró que “la trombofilia es solo una condición de riesgo de trombosis pero no es una patología en sí misma”. A su vez explicó que “en el 90% de los casos un primer aborto temprano no se produce por trombofilia sino por trastornos cromosómicos en el embrión”.
Ceresetto, quien está a cargo de la sección Hemostasia y Trombosis del Hospital Británico de Buenos Aires, indicó que en algunos casos la trombosis puede aparecer en el embarazo por “la suma de edad, reposo y otros gatillos del medio ambiente, mientras que en otras oportunidades la causa de la trombofilia son anticuerpos adquiridos, como el denominado síndrome antifosfolipídico, que podrían no haber estado presentes en la primera gestación”. A su vez, la trombofilia también puede ser hereditaria.
¿Pero cuándo sospechar que esta condición y no otra es la causa de abortos espontáneos? De acuerdo con el especialista en reproducción asistida Fernando Neuspiller se consideran pacientes de riesgo “aquellas mujeres que presentan antecedentes de dos o más abortos menores a 10 semanas, un aborto mayor a 10 semanas, antecedentes de resultados obstétricos adversos como la muerte fetal intrauterina, casos de preclampsia y eclampsia o restricción en el crecimiento uterino”. También deben ser vistas por un médico hematólogo quienes tengan antecedentes de trombosis arterial o venosa, así como aquellas mujeres en cuya familia ya existen casos de trombofilia.
Neuspiller agregó que el diagnóstico por trombosis adquirida se basa en un criterio clínico y se confirma por laboratorio, con la presencia de dos resultados positivos medido en dos oportunidades con una diferencia de 12 semanas. Mientras que en el caso de la hereditaria se realiza con distintas pruebas de sangre. “Ambos exámenes, debido a su complejidad, no pueden considerarse de rutina, y deben ser considerados por un médico hematólogo”, indicó.
Florencia Peña participó la semana pasada en el tratamiento en la Comisión de Salud de un nuevo proyecto de ley de trombofilia en la Cámara de Diputados para reemplazar a la norma 27.335 que fue vetada por el poder ejecutivo el pasado año. La norma había sido fuertemente cuestionada por sociedades científicas que aseguran no haber sido consultadas para la redacción del texto. El conflicto radica en la promoción de la detección temprana. En referencia a la norma vetada, el Grupo Cooperativo de Hemostasia y Trombosis (Grupo CAHT) argumentaba que la norma obligaba “a la realización indiscriminada de estudios en mujeres jóvenes y sanas, sin ninguna evidencia científica que lo avale” y que “estudiar ‘a todos’ no redunda en una eficaz prevención ya que los estudios no tienen valor predictivo”.
Si se detecta, el tratamiento, según el tipo de trombofilia, puede constar de aspirina, heparina de bajo peso molecular (que es un antiocoagulante que se inyecta) e incluso una combinación de ambas cuando se está embarazada.