La princesa Leonor, la heredera al trono que ha heredado algo más que la corona: el carácter de su madre. Desde que cumplió la mayoría de edad y comenzó su formación militar, la princesa de Asturias dejó atrás la imagen de adolescente discreta para mostrar una faceta mucho más contundente… y para algunos, incluso incómoda.
Lejos quedó la princesa Leonor de rostro tímido y sonrisa medida. En los últimos años, especialmente desde que inició su instrucción en las Fuerzas Armadas, ha salido a la luz una personalidad fuerte, exigente, y según fuentes cercanas, también malhablada y prepotente. Rasgos que muchos atribuyen directamente a su madre, la reina Letizia Ortiz, con quien mantiene una relación compleja, marcada por choques constantes debido a su gran parecido de temperamento.
A pesar del esfuerzo de la Casa Real por proyectar una imagen pulida y ejemplar de Leonor, quienes han compartido formación con ella aseguran que la princesa no siempre es fácil de tratar. Mandos y compañeros coinciden en describirla como alguien que impone su autoridad incluso cuando no le corresponde, que corrige, exige, y no admite errores ajenos. Se dice que no duda en hablar con dureza —y a veces sin filtro— a quienes la rodean, ya sean subordinados o superiores.

Esta actitud ha sorprendido a más de uno a bordo del buque escuela Juan Sebastián de Elcano, donde recientemente participó en prácticas con la Armada. Aunque oficialmente todo fue un éxito, en privado se comenta que Leonor no durmió con el resto de los cadetes y se mostró distante, incluso arrogante, en varias ocasiones.
La sombra de Letizia Ortiz persigue a la princesa Leonor
En la Zarzuela saben que el futuro de la institución pasa por ella, y por eso se ha hecho un enorme esfuerzo por moldear su figura pública. Pero el carácter de Leonor —formado desde la infancia bajo una disciplina estricta y el peso de las expectativas— ha terminado saliendo a la superficie. Y no es precisamente el de una joven accesible o conciliadora.
Como su madre, la princesa Leonor no tolera la mediocridad. Tiene un fuerte sentido de la autoexigencia, pero también tiende a imponerse sobre los demás con un tono que muchos describen como altivo. La combinación de poder, juventud y educación de élite ha dado como resultado una figura admirada por el público, pero difícil de gestionar en la intimidad.

Por ahora, desde el exterior, la imagen de la princesa Leonor sigue intacta. Brilla en los actos oficiales y es tratada como el rostro de una nueva monarquía moderna. Pero quienes han visto su lado menos protocolario se preguntan si ese carácter —duro, frontal, y a veces hiriente— jugará a su favor o se convertirá en un obstáculo cuando llegue el momento de reinar.

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