La princesa Amalia, heredera al trono de los Países Bajos e hija mayor de los reyes Guillermo Alejandro y Máxima Zorreguieta, decidió seguir una hoja de ruta distinta a la de otras herederas europeas. Su reciente anuncio de participar en el programa Defensity College pone de manifiesto un enfoque más académico y social en su preparación como futura monarca. Con este paso, Amalia reafirma un perfil discreto, sin dejar de lado sus estudios universitarios ni el proyectarse como una figura pública cercana.
Esta elección generó comparaciones con la princesa Leonor, quien atraviesa un intenso proceso de formación militar en España. Ambas representan a futuras reinas de sistemas monárquicos, pero con responsabilidades muy distintas. El contraste entre sus trayectorias deja ver la manera en la que cada país concibe el rol de su jefe de Estado y las prioridades institucionales que se les asignan desde muy jóvenes.

Una experta en realeza advierte sobre el futuro de la princesa Amalia; la hija de Máxima Zorreguieta: “Tiene otras prioridades”
En este contexto, el caso de la princesa Amalia, hija de Máxima Zorreguieta, cobra relevancia no solo por lo que representa su figura, sino por lo que refleja su decisión. Su inclusión en Defensity College, la iniciativa orientada a establecer “una relación duradera entre la defensa y los futuros líderes de la sociedad”, supone un compromiso limitado, con un entrenamiento básico que incluye liderazgo, cultura militar y conocimientos estructurales de las Fuerzas Armadas, sin requerir dedicación plena ni abandono de sus estudios superiores.
Esta decisión marca una gran diferencia con el recorrido de Leonor, inmersa en una exigente formación militar completa, que abarca tres años en las principales academias de las Fuerzas Armadas españolas. La experta en realeza María José Gómez Verdú explicó claramente esta divergencia: “La diferencia de fondo es la concepción que cada país tiene sobre el papel del jefe del Estado y, en particular, su vínculo con el estamento militar”.

Gómez Verdú señaló, además, que en los Países Bajos, “la función del monarca es eminentemente simbólica, con escasa carga ejecutiva. Por eso, su paso por la milicia es protocolario y no estructural”. Esto contrasta con el enfoque español, donde el heredero se ve obligado a “comprender, integrar y representar a las Fuerzas Armadas como figura vertebral”.
La analista destaca que “en países donde la monarquía tiene una función de cohesión nacional, como España, la instrucción militar construye legitimidad, transmite unidad y vincula al futuro jefe del Estado con uno de los pilares históricos de la nación. En cambio, en las monarquías con enfoque civilista, como los Países Bajos, el énfasis está en la proximidad social, la educación civil y la comunicación contemporánea”.

Con una mirada que sintetiza ambos modelos, agregó: “Mientras que Leonor avanza en un trayecto de responsabilidad institucional precoz, Amalia ha priorizado otras cosas como la vida académica, la autonomía personal y el bajo perfil, también porque su entorno nacional lo permite”. Y concluyó con una lectura global del fenómeno: “Ninguna está improvisando. Ambas están reflejando, sin decir una palabra, cómo sus casas reales entienden el siglo XXI: entre tradición, pedagogía pública y gestión simbólica del poder”.
De esta manera, la princesa Amalia, respaldada por su madre Máxima Zorreguieta, avanza por un camino que responde a las características de una monarquía moderna, con una fuerte impronta civil. Su preparación apunta a consolidar un liderazgo adaptado a las demandas sociales y culturales de los Países Bajos, en clara sintonía con su estilo reservado e intelectual.
MVB

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