FLOR VIGNA EN CUARENTENA (Fede De Bartolo)
FLOR VIGNA EN CUARENTENA Foto: Fede De Bartolo
FLOR VIGNA EN CUARENTENA Foto: Fede De Bartolo
FLOR VIGNA EN CUARENTENA Foto: Fede De Bartolo
FLOR VIGNA EN CUARENTENA Foto: Fede De Bartolo
FLOR VIGNA EN CUARENTENA Foto: Fede De Bartolo
EXCLUSIVO

Flor Vigna, íntima en cuarentena: "La filosofía del descubrir me impulsa a animarme"

La actriz abre su corazón y cuenta cómo transita esta época de introspección.

Prod Sol Miranda / Fotos Fede De Bártolo

Durante la pandemia, su departamento se convirtió en una especie de laboratorio de autoconocimiento y desarrollo de potencialidades. Ella misma lo admite cuando el periodista se asombra por la multiplicidad de conocimientos que explora, por los cursos realizados, y por las ocurrentes coreografías y formas de comunicarse que utiliza con sus 5 millones 100 mil fieles seguidores en las redes sociales.

Antes de declararse la cuarentena obligatoria, Flor Vigna (26) disfrutaba del éxito teatral “Una Semana Nada Más”, obra con la que tenían proyectado hacer giras por toda la Argentina, por países vecinos y presentarse en Israel.



“Con la cuarentena suspendí muchos planes pero terminé adaptándome. Si me quedaba quejándome no iba a lograr nada. Y después tuve que enfrentar la posibilidad de que me hubiera contagiado en el programa de Andy (Kusnetzoff , quien había dado positivo). La producción fue re-contra atenta, cumplió con todos los protocolos. Pero bueno, si ‘el bicho’ estaba ahí, me quedaba la duda de estar contagiada por haber tocado otra cosa. Lo dejé totalmente en manos de la vida misma. Por suerte no tenía que asistir a nadie. Mi vieja (Viviana Pereyra) se fracturó el brazo pero se arregló sola. Una amiga que es médica me decía que si llegara a tener la enfermedad y después conseguía la inmunidad, podía donar plasma y ayudar a otros. Me concentraba en eso...”, completa la joven criada en Floresta, que “la rompió” en los reality “Combate” y “ShowMatch: Bailando por un Sueño”; y brilló actuando en exitosas obras de teatros y tiras de TV.


Tras haberse realizado el hisopado y constatar que no estaba contagiada, confirmó cómo se lleva con los miedos. “A veces escucho esa voz en la cabeza y la detengo. Examino ese miedo y veo que en algunas situaciones tiene fundamentos re bobos. Trato de hacer ese ejercicio. Con el coronavirus pensé que si me contagiaba, como vivo sola, a la única que afectaba era a mí. Confiaba en que tengo una alimentación sana, buena salud, mucho amor a mi alrededor y que iba a superarlo. Después que analizo esos miedos, los dejo ahí. Es como que les digo que no me molesten más”, le confiesa a CARAS la “actriz, bailarina, modelo, conductora, presentadora y celebridad de internet argentina”, tal como se la presenta en Wikipedia.   

   —¿Cómo se lleva con lo que no puede controlar y la incertidumbre que plantea la pandemia?

  —La incertidumbre me re-contra agota. Me conduce a una ansiedad tremenda y a un gran desgano... Pero con las meditaciones que realizo aprendí que también puede ser un punto de inicio para lograr la abundancia de cosas buenas. En esta cuarentena, yo encerrada en mi departamento, con menos guita para pagar el alquiler, y menos de todo, encontré miles de ideas y proyectos en mi cabeza. Estoy con ganas de producir, de abrir nuevos canales en redes, de ayudar a mi hermano con su escuela de teatro (Miguel, de 31 años; también tiene una hermana llamada Leila, de 15). Necesitaba esta incertidumbre de la pandemia para replantear mis potencialidades. Mi mayor desafío es levantarme, poner linda música, tomarme unos mates y hacerme un día lindo acá, en mi departamento que es hoy es como mi laboratorio...

   —¿A qué cambios la obliga el aislamiento?

   En esta etapa me toca un gran aprendizaje porque a mí, lo que más me gusta en la vida, son los vínculos. La relación con mi familia, con amigos, siento mi vida linda a través de eso. Y ahora estando sola tuve que hacerme muy amiga mía. Al principio me volví loca pero después encontré cosas que tal vez no hubiese empezado sino estaría tanto tiempo conmigo. Estoy meditando todos los días: hago una serie que se llama “21 Días de Abundancia” creada por Deepak Chopra. Toco el piano, armo coreografías, tomo clases de teatro, escribo... Si podía estar con mis amigos o mi familia, usaba ese tiempo para ir a visitarlos y no hacía nada de esto. 

  —¿Se  pregunta porqué la gente se engancha tanto con su onda? ¿Con qué aspectos suyos piensa que se identifican?

   —Empecé a estudiar teatro a los 11 años, pero cuando me llegó la posibilidad de estar en “Combate”, tenía 18. No pasó por un lado racional, sino no me hubiera salido. Hoy a la distancia me doy cuenta de que las mismas cosas que a veces me reprocho, que me sensibilizo mucho públicamente, que voy a un programa y lloro, y que después digo: “¡Qué boluda, por qué me emocioné así!”... Me doy cuenta de que esas cosas son las que a uno lo humanizan. Que te enamores, que te desenamores, que te pasen cosas lindas y después cosas feas... A lo mejor deseo mostrar mi mejor versión y no me sale, porque somos seres humanos. Creo que ahí es cuando la gente se pone amorosa, porque siente que le pasa lo mismo en sus vidas. 

    —¿Ser tan sensible le trae más problemas que alegrías?

   —Muchas veces me da vergüenza ser así. Intenté ponerme una coraza frente a las cosas que me sensibilizan, pero la verdad es que no me sale. La sensibilidad me ayuda para cantar y bailar. Me gusta “ir adentro” y traer lo que está ahí. Y después traducirlo “al afuera” como expresión artística. Pero también debería valorarlo en lo personal, porque sino es como que me peleo conmigo misma y no logro nada. Tengo una mamá que desde chiquita me enseñó a agradecer tanto lo bueno como lo malo. Lo negativo que me sucedió, me dio calle, me curtió, me preparó para ser fuerte y no ser solo la chica hipersensible que soy. Por eso, además soy la piba fuerte que se puede bancar cosas. Como las palmeras que se doblan frente a un huracán, y cuando todo pasa vuelven a su eje.

   —De tanta pasión que pone en sus proyectos termina destacándose, ¿Es algo natural o es el producto de mucha disciplina?

   —A mí me cuesta mucho bailar. Todos mis coachs me lo dicen, pero la gente se queda con el resultado final. Lo mismo cuando toco el piano: mi profesor me felicita porque pongo todo y la realidad es que yo no tengo oido. Siempre debo empezar de cero, y por eso me banco “el uno, el dos, el tres”...  ¡Hasta que lo consigo! Me hice fan de la “filosofía del descubrir” que me impulsa a animarme. Me gusta sorprenderme a mí misma y saber que podía hacerlo. Soy muy de visualizar, me gusta hacerlo cuando medito. Y después anoto metas, escribo lo que quiero y lo que ya tengo... Y agradezco. Pero con el tiempo aprendí a no solo encapricharme con lo que yo quiero sino ir aceptando el fluir de la vida. Cuando no llega el trabajo exacto que deseo... O por ahí cuando tengo ganas de enamorarme y me toca estar sola porque no conozco a nadie... Igual disfruto un montón de lo que me suceda. Es como surfear la ola que me propone el momento.   

   —Se la nota muy fan de las técnicas de autoconocimiento...

   Hice Registros Akáshicos, Eneagrama, Metafísica, las Siete Leyes Espirituales (De Chopra), Mindfulness, Coaching... De astrología no sé mucho. Me pasó que varios amigos están en esa:                  “Gime” Accardi siempre me habla maravillas. Quise estudiar y no pude hacer el curso por la cuarentena. Me gustan las ciencias de autoconocimiento. Si no hubiese sido actriz sería psicóloga o terapeuta. 

   —¿Cuándo le sirve volar y cuándo tener los pies sobre la Tierra?

   —Soy de Géminis. Mi luna está en Cáncer. Me engancho con los sueños, con las metas, las idealizaciones... Tengo que estar atenta a no volar demasiado. Me encantan el lado mágico, la sincronicidad, las señales... Pero después tengo que volver a tener los pies en la Tierra porque también vivo en este mundo. Voy haciendo un mix. La primera vez que me hicieron la Carta Astral, donde reconocen un montón de tus aspectos, parecían cualidades muy opuestas. Pero todas son características mías. Soy la sensible, a la que le encanta el amor, la familiera, y a veces soy cosas opuestas, porque tengo en mi interior el Yin y el Yang, como cualquier ser humano. 

   —¿Está abierta a un nuevo amor? ¿Seguir amando a su ex (el conductor Nicolás Occhiato) es continuar estando “enganchada”, o desde ese estado puede construir nuevas relaciones? 

   —Con “Nico” llegamos a la conclusión de que nos queremos mucho pero no podemos estar juntos porque deseamos cosas diferentes. Cualquier amor que se construya tiene que hacerlo teniendo en cuenta que las individualidades estén bien y vayan para el mismo lado. Y en este momento elegimos cosas diferentes. Pero no quita que haya mucha gente que quiere que lo deje de amar como persona. Yo sé que puedo empezar otra relación porque incluso ya he incursionado en otros vínculos después de separarme... 

   —Se sabe que tuvo otras relaciones pero “no pegó onda”...

   —Claro. Igual me encantaron. Pero el punto de porqué no me quedé ahí fue por otras cosas. Con esas personas que conocí no éramos tal para cual. A Nico le deseo lo mejor y nunca voy a negar mi cariño hacia él. Formó parte de cinco años de mi vida. Pero estoy “recontra reabierta” a nuevas         relaciones.

   —¿Su mejor versión es cuando está en pareja?

   —Hoy en día me gusta ocuparme de mí. Es como una bendición, un tiempo que a lo mejor la generación de mi mamá no tuvo. A mi edad, sola, descubriéndome, completándome, sintiéndome plena y conociendo después a una persona a partir de eso. Mi forma de ser es con un compañero. Me potencio y potencio a la persona que está conmigo. No le tengo miedo al amor porque es lo más sagrado que hay. 

   —¿En sus visualizaciones nunca se ve siendo mamá?

   —Me pasa que tengo a mi sobrinito que ahora empezó a caminar, en plena cuarentena, y me mandan videos. A mí me agarra un amor muy grande. Si bien estoy de acuerdo con que una mujer no se realiza por tener una familia, yo sé que en mi caminito, en algún capítulo de mi vida, quiero ser mamá. Y lo sé porque también me gusta “ser mamá” de mis amigas. Me encanta el concepto de dar amor... Hasta mi vieja a veces me dice que yo parezco su mamá (Risas). 

  —¿La cuarentena hace que se tiente más con la comida?

   —En mi departamento no tengo balanza, pero me parece que estoy con más celulitis (Risas). Puede ser que también tenga unos kilitos de más. Noto que no estoy tan magra. Fui muy amante del deporte, pero en aislamiento no me nace hacer algo deportivo. A veces me pongo a bailar, porque no quiero que me gane el sedentarismo. Me he quedado tirada todo el día en el sillón y después me dolía la cabeza... Pensaba que tenía coronavirus (Más Risas).  

   —¿Cómo se auto-percibe a la hora de enfrentar mandatos corporales? 

   —Me estoy haciendo muy amiga de mi celulitis, y si ese es el título de la nota me muero (Risas). Nosotras podemos jugar a ponernos maquillaje, a hacernos rulos, a mostrar la parte linda de nuestro físico, pero aclarando que nuestro cuerpo es real y que tenemos un montón de celulitis. En cuarentena estoy comiendo más chocolate y tengo mis tentaciones. Me suelo preguntar si me conviene estar súper perfecta, encerrada y que nadie lo vea... O tener un poco de celulitis, unos kilitos de más, y permitirme tomar el vinito a la noche, pedirme helado o un delivery rico. Son como mimos.

   —En la producción fotográfica de CARAS se la ve espléndida...

   —Siempre fui a colegio público y estaba ese apodo de... Como que una se hacía la linda. Por eso en algún momento le agarré prejuicio al arreglarme, al tener ganas de estar en mi mejor versión estética. Cuando empecé a trabajar en esto, todo ese mundo comenzó a divertirme. Por eso me encanta ir a una fiesta de CARAS, o producirme para esta nota de tapa... Lucir vestidos de Cenicienta. Pero después me ves en casa y soy una decepción (Risas). Está bueno que la gente que te acepta con las pestañas postizas y el Push Up, lo haga también cuando estás con la remera descuajeringada, con granitos y ojeras... Es linda esa dualidad. Es un registro más amplio que te permite ser más libre. 

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