¿Cómo nació tu interés por acompañar a otros emocionalmente?
Mi interés surgió muy temprano. A los 9 años, mi familia atravesó varios duelos difíciles. Aunque era solo una niña, sentía el impulso de acompañar, de sostener, de estar presente. Más adelante, en mi grupo de amigas, empecé a ser "la consejera", la que contenía. Aunque aún no entendía del todo qué pasaba, había algo en ese rol que me daba sentido.
A los 17 años, comencé a colaborar en un hogar de niñas a través de Acción Católica, junto a mi mejor amiga. Compartíamos juegos y charlas, pero también escuchábamos historias de vida profundamente dolorosas. Recuerdo preguntarme si había algo mal en mí por no salir angustiada después de cada visita. Me importaban sus historias, pero no me quedaba en la tristeza: me nacía escuchar, buscar una palabra justa, algo que alivie.
Una vez le pregunté a nuestra responsable si eso me volvía insensible, y su respuesta me marcó para siempre: “Tenés la capacidad de albergar lo que otros no pueden sostener solos”. Esa frase fue una semilla. Años más tarde, en un viaje a Brasil por la Jornada Mundial de la Juventud, visitamos una fazenda donde jóvenes en recuperación por consumo problemático compartían su proceso. Fue en ese momento que supe que quería estar de ese lado: acompañando a quienes eligen reconstruirse. Al regresar, decidí estudiar Psicología.
¿Qué significa para vos ser psicóloga?
Para mí, ser psicóloga va mucho más allá de una elección profesional. Siento que forma parte de mi ikigai, ese concepto japonés que habla de lo que da sentido a la vida. No es solo lo que me gusta hacer; es lo que siento que vine a ofrecer. Es también mi forma de servir a Dios.
No desde lo religioso como imposición —he acompañado a personas de todas las creencias: evangélicos, ateos, umbanda, agnósticos—, sino como una fuerza interior. Cada día le pido a Dios sabiduría, templanza y claridad para poder ser mi mejor versión frente al otro.
¿Desde qué orientación trabajás y cómo es tu enfoque en el consultorio?
Trabajo desde una orientación cognitiva y utilizo también EMDR. Me interesa comprender cómo ciertas creencias o diálogos internos pueden estar limitando a la persona, y desde ahí, acompañar el descubrimiento de nuevas formas de mirarse y de estar en el mundo.
Pero más allá de la técnica —que sin duda es importante—, creo profundamente en el poder del vínculo. Si no hay conexión genuina, si no se construye una confianza mutua, el proceso terapéutico no puede avanzar.
¿Qué te enseñó la psicología?
Me enseñó a habitar el dolor sin miedo, a mirar sin juzgar y a respetar los tiempos de cada uno. Me enseñó a escucharme, a registrar las señales de mi cuerpo, y a comprender que el otro también puede sentir lo mismo. Aprendí que sanar no siempre implica “curar”.
La psicología me mostró que el vínculo puede transformar, que el silencio puede sostener y que una presencia sincera puede aliviar. Acompañar no es ofrecer respuestas; es estar disponible con humildad y honestidad.
Datos de contacto:
Instagram: psicologa.ailenromero
Celular: 3704944756
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