Verónica, ¿podrías contarnos sobre tu camino en la dermatología y la medicina estética? ¿Qué te llevó a especializarte en esta área?
Desde muy chica me fascinaban la piel y sus cambios. Siempre sentí que la piel es mucho más que una superficie: es el reflejo de lo que nos pasa por dentro, de nuestras emociones, de nuestra salud. Durante la carrera de medicina supe que quería dedicarme a algo que me permitiera unir el conocimiento científico con una mirada estética, sensible y humana.
La dermatología me atrapó por su complejidad y, al mismo tiempo, por lo concreta que puede ser. Poder ver lo que uno trata, medir los resultados, acompañar cambios visibles en la piel de una persona, es algo único. Con el tiempo fui formándome también en medicina estética y en tecnologías láser, porque entendí que eran herramientas poderosas para ayudar a mis pacientes a verse y sentirse mejor. Hoy mi trabajo combina ciencia, arte, empatía y tecnología. Y eso me entusiasma todos los días.
El cuidado de la piel es un tema que cada vez interesa más. ¿Cuáles son los tratamientos más innovadores para mantener una piel sana y joven?
Estamos viviendo un momento fascinante en la dermatología estética. La combinación de diagnóstico profesional con tecnología de última generación permite lograr resultados sorprendentes sin necesidad de tratamientos invasivos ni largos tiempos de recuperación.
Uno de los tratamientos que más me entusiasma hoy es la tecnología LIOB (Laser-Induced Optical Breakdown), que estimula la producción de colágeno desde el interior de la dermis, sin dañar la superficie de la piel. Es ideal para quienes buscan mejorar la textura, reducir poros, atenuar cicatrices o rejuvenecer la piel de forma natural. También son muy efectivos los láseres fraccionados no ablativos, la luz pulsada intensa (IPL), los tratamientos bioestimuladores con ácido hialurónico o polinucleótidos, y la radiofrecuencia fraccionada.
Pero más allá de la tecnología, lo más innovador es la personalización. Cada piel tiene una historia, y el verdadero avance está en saber elegir el tratamiento justo para cada etapa, con un enfoque global de salud estética y prevención del envejecimiento.
En redes sociales hay muchísima información sobre skincare, pero no toda es cierta. ¿Cuáles son los mitos más comunes que te gustaría derribar?
Las redes son una fuente inmensa de información, pero también de confusión. Uno de los mitos más comunes es creer que una piel saludable requiere una rutina con muchos pasos y productos. En realidad, lo más efectivo suele ser una rutina sencilla pero constante, con productos adecuados a cada tipo de piel.
Otro error muy difundido es pensar que se puede tratar cualquier problema de piel con cremas. Por ejemplo, la rosácea o el acné inflamatorio requieren evaluación médica, a veces con tratamientos farmacológicos o tecnológicos, y no se resuelven solo con productos de cosmética.
Y el gran mito que me gustaría desterrar es que el protector solar es solo para el verano. La radiación ultravioleta está presente todo el año, y es una de las principales causas del envejecimiento cutáneo y de enfermedades como el cáncer de piel. Usar protección solar todos los días es el acto más poderoso de autocuidado que podemos tener.
La medicina estética evolucionó muchísimo en los últimos años. ¿Cuáles son las tendencias que creés que van a marcar el futuro?
El futuro de la medicina estética va claramente hacia lo natural, lo preventivo y lo personalizado. Ya no se busca cambiar los rasgos o perseguir un ideal de belleza imposible, sino mantener la piel sana, con luminosidad, textura uniforme y expresión natural.
La tendencia más fuerte es la bioestimulación: activar los procesos propios de la piel para que se regenere, produzca colágeno y se repare a sí misma. Esto se logra con tecnologías como LIOB, láseres fraccionados de picosegundos, radiofrecuencia con microagujas, o inyecciones de inductores de colágeno.
También veremos una integración cada vez mayor entre medicina estética, dermatología clínica, nutrición, salud hormonal y bienestar emocional. Porque la piel es un órgano que responde a todo lo que nos pasa.
Y por supuesto, la inteligencia artificial va a revolucionar el diagnóstico de piel, ayudándonos a ser aún más precisos y personalizados en los tratamientos.
Hoy en día se busca verse bien sin perder la naturalidad. ¿Cómo ayudás a tus pacientes a encontrar ese equilibrio?
Ese equilibrio es, para mí, el corazón de la medicina estética bien hecha. Cada rostro tiene su belleza, su expresión, su historia. Mi trabajo no es modificar eso, sino acompañar a la persona para que se vea bien, sin dejar de ser ella misma.
En el consultorio, dedico mucho tiempo a escuchar y a hacer un diagnóstico profundo. Trabajo con protocolos que combinan diferentes tecnologías y técnicas mínimamente invasivas, pero siempre con criterio. Menos es más. A veces es preferible hacer pequeños cambios progresivos que un tratamiento agresivo que borre lo que hace única a una persona.
El objetivo siempre es armonizar, suavizar, devolver frescura y vitalidad, pero respetando la esencia. La mejor medicina estética es la que logra que te digan “¡qué bien estás!”, sin saber exactamente qué te hiciste.
Para quienes quieren empezar a cuidar su piel pero no saben cómo, ¿cuál sería el mejor consejo que podrías darles?
Empezar es más fácil de lo que parece. Muchas veces creemos que necesitamos una rutina complicada o productos caros, y eso genera frustración. La verdad es que con tres pasos bien hechos ya se puede lograr un gran cambio: limpieza, hidratación y protección solar diaria.
Mi consejo es: conocé tu piel. Consultá con un dermatólogo para que te indique qué tipo de piel tenés y qué necesita. Desde ahí, construí una rutina simple, sostenible y realista para tu estilo de vida.
Y algo muy importante: el cuidado de la piel no es sólo estético. Es salud. Prevenir manchas, arrugas o enfermedades como el cáncer de piel empieza con hábitos cotidianos. Cuidarte no es una moda, es una forma de quererte.
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