sábado 12 de julio del 2025

El ritual como cable a tierra: Ancla invisible del cuerpo y voz para actuar

ARIANA CARUSO — Actriz, docente y dramaturga. Especializada en antropología teatral, en esta columna nos dice que para habitar el escenario con verdad, primero hay que habitarse a unx mismx. Nos invita a pensar el ritual como anclaje vital. Comparte cómo pequeñas rutinas se vuelven parte de su entrenamiento actoral y de su método Potenciá tu presencia escénica®️ Galería de fotosGalería de fotos

El ritual como cable a tierra: Ancla invisible del cuerpo y voz para actuar
El ritual como cable a tierra: Ancla invisible del cuerpo y voz para actuar | CARAS
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¿Cómo repetir lo que no se repite? ¿Cómo encontrar verdad en la reiteración? ¿Cómo seguir habitando una escena como si fuera la primera vez?
Aunque repitamos texto, voz y acciones, el presente siempre es distinto. Cuando decimos “presente”, ya se fue. Entonces, ¿Cómo estar realmente ahí, en ese instante fugaz?
Una clave, para mí, está en la ocupación: mantener la mente en lo que estamos haciendo, comprometidos con la acción. Esto es un desafío de lograr, pero tener esa filosofía de pensamiento es un camino que está en movimiento.

En escena, además, siempre hay un emergente del presente, algo inesperado: el ruido de un caramelo, alguien que tose, una luz que no llega a tiempo. Ese “accidente” nos muestra que lo vivo no puede ensayarse del todo.
Recuerdo una función muy especial de mi unipersonal “Jackelin tiene un límite” @jackelinsoy. Fue en Uruguay, y además estaba embarazada. Eso solo ya me tenía con los nervios a flor de piel: una sala enorme, otra geografía, y yo detrás de la pata, con la mano sobre la panza, pidiéndole a Boris que, por favor, no se moviera mucho durante la función.
En ese diálogo íntimo, y con esa otra persona gestándose, empecé a escuchar ruidos en la sala. Y me di cuenta de algo: ¡habían dado sala sin avisarme! El eco de mi panza llenó el silencio detrás de la pata. No sabía si era Boris o lo que había comido. Mi cabeza no entendía qué pasaba. Miedo. Incertidumbre. Eso inesperado que te saca del presente, del control que creías tener.

Siempre llevo mi aceite esencial favorito: un aroma a melisa; fresco, suave, con base de limón y naranja, que me traslada a mi mundo interno, a mis ejercicios de respiración, activación de centros de energía y bastóncentro para estirar la columna, me puse con cuidadoso silencio a hacer mis ejercicios.

Gracias a eso, pude salir a escena, disfrutarla, vivirla como única y maravillosa. Boris ahí, acompañándome del otro lado de la piel. Con el tiempo entendí que lo que hice en ese momento fue llevar “algo seguro” a un espacio que sentía como arenas movedizas, desterritorializar y así crear lo que sería: MI RITUAL

Aristóteles decía que “Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”. Esta frase toma otro sentido en el teatro, porque la escena no es solo repetir técnicamente, sino estar ahí para ofrecer ese vínculo único, ese “entre” que se establece con el espectador, con el espacio, con el presente.
Poner ese foco en el vínculo, para mí, lo cambia todo, porque cuanto más cuidamos y alimentamos ese espacio intermedio, más se expande nuestra presencia, esta dialéctica entre la energía centrípeta y centrífuga en vínculo genera proyección.

Entendí que los rituales son pausas, esos momentos que me gusta llamar no negociables. Anclas invisibles. Espacios para volver a vos, volver a lo importante, espacios donde “El tiempo se detiene”, como dice el título de la obra de teatro de Facundo Zilberberg.

Me pregunté muchas veces:
¿Qué es la felicidad?
No desde una definición filosófica, sino como sensación íntima.
Y llegué a una respuesta simple pero contundente: felicidad, para mí, es repetir cada día esos pequeños rituales que me hacen bien.
Desayunar rico. Respirar hondo. Agradecer. Escuchar música que me gusta. Decir chistes a veces un tanto desubicados (me divierte). Usar aromas como crema de coco. Vestirme según el ánimo: colorida o zen. Entrenar. Actuar. Enseñar. Ser honesta al vincularme, sin caretas. Como se titula una obra que me gusta de Jimena Aguilar: Un día es un montón de cosas.

Entendí que esos rituales personales no solo me ordenaban por dentro, también se volvían materia escénica. Eran, sin saberlo, parte de mi entrenamiento y decidí que sean parte de mi método Potenciá tu presencia escénica®️. Por eso, en mi escuela, cada clase tiene los suyos:


— Bastóncentro: Trabajos con un palo como tercer apoyo, para  activar columna e integrar cuerpo y voz.


— Texturas corporales: Se trata de calidades de energía como el Esqueleto, que ayudan a la composición de personaje.

— Takatine, ejercicios de calentamiento de la danza hindú Odissi con canto grupal. Este lo heredé de mi maestro Guillermo Angelelli, lo pase por mi tamiz, con algunas variaciones y lo integré a la práctica

“Si estás igual que un barco en altamar, tirate un cable a tierra”, dice Fito Páez, y esa frase me resuena como un mantra.

Por eso, invito a cada estudiante a crear sus propios rituales de entrenamiento: pequeñas acciones que trasladen algo de lo trabajado en clase a su camarín.

Como quien guarda una piedra del lugar donde fue feliz, para tocarla cuando lo necesite, Ese gesto, ese aroma, ese ejercicio, funciona como ancla invisible.

Un cable a tierra, para cuando se sientan a la deriva.

Y quizás eso sea el ritual: volver a nuestro centro, a ese espacio íntimo donde todo empieza, donde todo está bien. Donde el cuerpo se ordena, la voz se asienta, donde el personaje puede nacer, donde podés estar presente para compartir.


El ritual nos devuelve al otrx cuando el ego se impone, nos devuelve a nosotrxs cuando olvidamos quiénes somos. Es el modo que tenemos de volver al cuerpo cuando la mente se dispersa (porque a la mente le cuesta estar en el presente, siempre está en el pasado o en el futuro).
— ¿En qué estás pensando en este momento?

El ritual no es sólo preparación:
Es decisión.
Es tierra firme.
Es comunión.

Por eso, hoy te invito a preguntarte:
¿Qué necesitás para volver a vos cuando todo alrededor se vuelve ruido?

Quizás ese sea el verdadero entrenamiento:
Escucharte, armar tus rituales y abrazar tu vulnerabilidad para sostener el enorme acto de amor, exposición y entrega que es actuar.
Y volver —una y otra vez— al corazón.
Ahí está tu cable a tierra, y para mí, eso es presencia.

 

 

Ariana Caruso

@alacaruso

153 399 1739

www.arianacaruso.com

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