Siempre supe que me iría de mi país, y no porque no lo quisiera, sino porque quería ver otra forma de vivir la vida. Colombia es un país muy conservador con reglas de vida que supuestamente son las que te harán feliz (tipo check list), pero yo nunca fui mujer de reglas, siempre me gustó ser y sentirme diferente al resto.
Desde chica siempre estuve relacionada con el arte de alguna manera, ya sea dibujando, creando manualidades o haciéndole la ropa a mis muñecas. Terminé estudiando Ingeniería Mecánica para sentirme diferente al resto de las mujeres y porque también te inculcaban que con el arte te morias de hambre, una frase que no es real, simplemente generacional.
A los 21 años, me aventuré a venirme a Buenos Aires por un amor que ya no es, pero me quedé acá a pelearla y a lucharla sola, no es fácil vivir lejos de tu país, de tu gente, de tu cultura, todo eso también te va tocando la cabeza y el corazón y vas aprendiendo hacerte fuerte, a que si te caes, tienes que seguirla peleando porque no hay nadie más que tu para sacarte de ese lugar, luche contra mis miedos, rompí con ciertos mandatos generacionales que me hacían mal, empecé a replantearme mi vida, a encontrarle un sentido porque no me sentía en paz y mucho menos trabajando de algo que solo me enfermaba.
Cuando fui despedida después de casi 10 años de trabajar en un lugar que no me hacía bien, me lancé con muchos miedos a emprender porque era salir de mi zona de confort una vez más, y ya sabía lo difícil que era, pero aun así no dejé que mis miedos me paralizaran.
Cuando emprendes no solo te estas lanzando al mundo de ser tu propio jefe, comienza la etapa del redescubrimiento de uno mismo, de los límites que nos ponemos y de la capacidad que tenemos de poder vencerlos.
Cuando comencé esta hermosa marca, jamás pensé lo difícil que puede llegar ser emprender, pero la satisfacción es mucho más grande cuando te das cuenta que no tienes techo, empiezas a desafiarte a ti mismo, a luchar contra esa montaña rusas de emociones y que cuando estas en el pico más bajo te hace dudar de tu potencial, de ti, es uno de los miedos más grandes a los que me he enfrentado como emprendedora, pero cuando empiezo a apagar todos esos pensamientos y sentimientos negativos, muchas veces ayudándome a mí misma o por la ayuda de mis grandes amigos, mis sueños y metas vuelven a cobrar vida.
Los momentos en los que empiezas a quedarte sin dinero y comienzas a replantearte si vale la pena seguir, eso se desvanece cuando me doy cuenta de que no hay nada más valioso para mi vida (aparte de mis seres queridos) que luchar por mi sueño, ¡por lo que creo y por la persona que quiero dejar de ser para convertirme en la que sí quiero ser!
HEIDI LUGO
CREADORA DE ROSE AMARELA
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