Toda nuestra vida vamos transcurriendo como si las cosas pasaran por casualidad o por desgracia, nadie nos explicó sobre el poder de la mente ni muchos menos sobre el poder de los pensamientos que tenemos.
A través de la historia han resonado frases populares como: “el cuerpo habla lo que la mente calla”, “no hay mal que dure 100 años”, “al mal tiempo buena cara”, “más vale prevenir que curar”. Todas ellas dejan enseñanzas claras sobre el bienestar físico, mental y emocional. Si las analizamos podemos comprender que la mente es sumamente importante en nuestra vida, pero la mente ¿qué es? Es el espacio donde residen los pensamientos, creencias, ideas y hábitos. La mente se va forjando de conceptos aprendidos. Desde pequeños vamos interpretando situaciones y las vamos identificando con nombres, por eso somos seres lingüísticos; y a su vez estas diferentes situaciones están acompañadas por emociones, que son respuestas inmediatas de nuestras neuronas, a nivel electro-químico, ante eventos que involucran situaciones para nuestra supervivencia. Entre ellas están el miedo, el asco, la tristeza, la ira, y la alegría, esta última asociada al bienestar.
Tomemos este ejemplo: un bebé de 2 años tiene un cuchillo en la mano y lo está por introducir en su boca, su mamá lo ve, grita desesperadamente y de inmediato logra sacar el cuchillo; el niño a los segundos llora desesperadamente. Este niño incorporó en su mente un nuevo aprendizaje donde se asocia un objeto nuevo (el cuchillo) con un grito de la mamá y su violenta extracción, entendiendo que eso no se agarra, pero a la vez surge la emoción del miedo, la mente asocia el cuchillo al miedo. Posiblemente, cuando tenga edad para empezar a cortar con cuchillo este niño retrase ese aprendizaje, por lo menos hasta que pueda generar una nueva creencia asociativa: que el cuchillo es necesario, no hay que tenerle miedo sino cuidado.
Entonces, ¿qué sería tomar consciencia y en qué nos beneficia? Cuando en nuestra adultez tenemos un conflicto o síntoma repetitivo es recomendable observar desde cuándo lo tenemos y buscar una emoción asociada a ese evento. Como ejemplo de esto, una persona con hipertensión arterial se da cuenta que la tiene hace 20 años, cuando mira para atrás puede identificar que en ese momento falleció su esposo y a los días varios acreedores fueron a reclamar deudas que desconocía. Sintió ira. Hoy, las deudas no existen, pero cada tanto siente ira.
La pregunta que se tiene que hacer esta persona es si esa emoción es útil, debe aceptarla, pero buscar transmutarla. Puede optar soltar la ira yendo al gimnasio, bailando, cantando, permitiendo realizar cambios de creencias pasadas que hoy no son positivas para su vida.
Espero te atrevas a llevar a cabo esta forma de toma de consciencia. Abrazo iluminado.
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Fotografía José Italo Ceol