Si alguien desea una buena salud, primero debe preguntarse si está listo para eliminar las razones de su enfermedad. Solo entonces es posible ayudarlo. De nada sirve curarse si se mantienen los hábitos mentales que nos devuelven a la enfermedad.
Esta frase de Hipócrates de hace inimaginados años atrás, explica algo que, en estos tiempos, aún cuesta aceptar: que toda enfermedad es creada por nosotros y que la salud solo puede restablecerse si estamos dispuestos a cambiar lo que internamente nos llevó a enfermar.
El cuerpo es nuestro vehículo sagrado, nuestro templo, la habitación de nuestro espíritu, y quien decide consciente e inconscientemente sobre él, somos nosotros. Si vamos por la vida creyendo que hay alguien ahí afuera, sea Dios o algún guía espiritual, eligiendo esta enfermedad para mí, creyendo que alguien fuera de mí cree que yo debería mostrarle lo valiente o fuerte que soy, caemos en un engaño del ego y nos volvemos víctimas, no protagonistas de nuestra situación, básicamente porque cedemos el poder al afuera y perdemos lo más importante, la responsabilidad para cambiar la realidad.
Toda enfermedad es una manifestación del cuerpo ante un conflicto emocional que hemos vivido y en ese momento, es posible que no hayamos tenido la capacidad o el conocimiento suficiente para gestionar las emociones que surgieron.
Nuestro ser está compuesto no solo de nuestro cuerpo físico, material, también de nuestros pensamientos, nuestras ideas, creencias, mandatos, recuerdos, sentimientos… Todo se traduce en energía.
Cuando vivo una experiencia dolorosa o intensa, que me deja una emoción que no la identifico o no la sé administrar, la oculto dentro de mi ser y, como empieza a pesar, se materializa como enfermedad. El cuerpo es el último eslabón de la cadena que intenta mostrarme todo lo que vengo ignorando sobre mí misma o sobre mí mismo.
Como dice Dolores Cannon: se supone que nunca deberías enfermarte, el cuerpo es una máquina milagrosa y ha sido creada para cuidarse a sí misma, y sanar por sí misma, si nosotros no interferimos. Tú te enfermas a ti mismo. Si la mente es tan poderosa para hacerte enfermar, también tiene el poder de sanarte. Primero tienes que encontrar el por qué, por qué te estás haciendo esto a ti mismo. Cada enfermedad es el cuerpo hablándote. El efecto secundario de hacer lo que tanto amas, que es lo que se supe que debes hacer, es la salud.
Si mi cuerpo se está manifestando con algún síntoma, debemos comenzar un viaje interior para descubrir la raíz de esta realidad.
Además de ir al médico para curar el cuerpo, debemos hacernos cargo de todas las otras partes de nuestro ser que también están enfermas, porque de otra manera, el cuerpo no hubiese enfermado.
La terapia psicológica es sumamente necesaria en esta etapa, hablar de nuestros miedos, limitaciones, creencias arraigadas y heridas. Cambiar hábitos alimenticios, hacer terapias alternativas, descansar, meditar todos los días, salir a caminar, reconocer vínculos tóxicos son algunas de las tantas decisiones que debemos tomar para volver a nuestra salud perfecta.
Pregúntate si realmente quieres sanar, si la respuesta es sí, toma acción. No esperes el milagro, sé el milagro. Tienes el poder de sanar.
Nadia Herencia
@nadiaherencia
www.nadiaherencia.com.ar



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