Marcelo Longobardi, conductor de radio y televisión, se sentó en el living de +Caras y compartió con Héctor Maugeri una charla íntima y reveladora. Con la honestidad que lo caracteriza, repasó los distintos oficios que desempeñó antes de convertirse en una de las voces más reconocidas del periodismo argentino.
Marcelo Longobardi y sus días infernales en el colegio
Su camino no fue lineal ni fácil. Hijo de una familia trabajadora que casi no conocía el concepto de vacaciones, tuvo una infancia marcada por ciertas carencias y un entorno escolar poco amable que lo llevó a no terminar el colegio. “Sufrí mucho bullying. Fui a un colegio de curas salesianos, era un lugar jodido, diabólico, complejo”, recordó. En ese ambiente hostil, la rebeldía fue su único refugio.
“Me volví imposible para los curas. Fue de un día para el otro. Al punto tal que a mi hermano no lo dejaron entrar al colegio por mis antecedentes”, confesó. La expulsión, a los quince años, era solo cuestión de tiempo. “Visto hoy, mis actos de indisciplina eran menores. Pero un día me descubrieron falsificando la firma de mi papá en un parte donde me llamaban ‘el mismísimo Satanás’”, contó entre risas.
El episodio terminó con una anécdota que mezcla picardía y sensibilidad. “Yo venía dándole tantos disgustos a mi padre, que estaba desempleado, que se me ocurrió de manera piadosa falsificar su firma. Quise hacerlo tan bien que la sobreescribí y me pasé de tinta. El cura se dio cuenta, me agarró de la oreja y me depositó a una cuadra del colegio”, explicó.

Ese mismo día, Longobardi tomó una decisión que marcaría su carácter para siempre. “Le dije a mi papá que me habían echado. Para evitar una catástrofe, le dije: ‘No te preocupes, hoy me voy a trabajar’. Agarré el diario, busqué un empleo y al día siguiente tuve suerte: conseguí trabajo como cadete en una empresa”.
Los primero empleos de Marcelo Longobardi antes de ser periodista
Así, a los 15 años, comenzó su carrera laboral. A partir de entonces, encadenó una serie de empleos que, sin saberlo, moldearon su vocación. “Antes de ser periodista, hice muchas cosas en mi vida. Como muchos de los periodistas de mi generación que no fuimos a la facultad a estudiar la carrera”, reflexionó. Y agregó: “Esos trabajos que conseguí, que fueron muchos, con el paso del tiempo me di cuenta de cómo habían influido en mi carrera”.
“Fui empleado como cadete en una empresa de unos ingleses llamados Taylor, importadores de plástico. Eran tres socios: dos ingleses, que nunca me dirigieron la palabra, y una alemana”, relató con un tono nostálgico.

Otro de los oficios por los que pasó fue como vendedor y repartidor de equipos de música. “Fui cadete de unos alemanes que importaban equipos de música y yo hacía el reparto. Aprendí todo. Como no iba al colegio, procuraba aprender todo”, recordó. De esa experiencia, nació una de sus grandes pasiones: la música. “Tengo todas las versiones grabadas de ciertas óperas. Tengo 4 mil discos, esto va desde la ópera hasta la música clásica, el rock británico y la música contemporánea”.
Hoy, Marcelo Longobardi tiene una sólida carrera periodística y es sinónimo de prestigio y profesionalismo en los medios. Pero detrás de su figura pública, hay un recorrido sinuoso lleno de tropiezos, reinvenciones y aprendizajes. Un camino construido a fuerza de curiosidad, trabajo y, sobre todo, voluntad.

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