miércoles 06 de agosto del 2025
CARAS TV Hoy 17:36

"Mi papá decía que las mujeres se echan a perder si estudian”, la fuerte revelación de Esther Díaz

A los 85 años, Esther Díaz repasó su dura infancia bajo mandatos patriarcales, su paso por un convento y su lucha por acceder al conocimiento en una sociedad que se lo negaba.

Esther Díaz en +CARAS
Esther Díaz en +CARAS | CARAS

En una íntima entrevista con +CARAS por CARAS TV, la reconocida filósofa, epistemóloga y escritora argentina Esther Díaz compartió el difícil camino que debió recorrer para poder estudiar y cumplir su sueño. En diálogo con Héctor Maugeri, abrió las puertas de su historia personal y reconstruyó con crudeza los momentos más oscuros de su vida: una infancia marcada por el conservadurismo, una adolescencia reprimida y un matrimonio atravesado por la violencia.

De la represión familiar al despertar del pensamiento

A sus 85 años, Díaz es una de las pensadoras más lúcidas del panorama intelectual argentino. Sin embargo, nació en un contexto donde estudiar no era una opción para las mujeres. Criada en una familia de origen español, creció bajo una estructura profundamente religiosa, autoritaria y patriarcal. “Mis padres eran de clase baja y muy represivos”, recordó. En ese entorno, las mujeres debían obedecer, callar y servir. El saber era un privilegio reservado a los varones.

Esther Díaz
Esther Díaz en +CARAS: “Quería estudiar y no me dejaban”.

Desde niña, su amor por el conocimiento se hacía notar. Sus maestras del primario percibieron en ella un pensamiento despierto y sensible. Pero, en su época, el secundario no era obligatorio, y en su casa, directamente impensado. “Quería estudiar y no me dejaban. Mi papá decía que ‘las mujeres se echan a perder si estudian’. Yo quería ser doctora”, confesó.

Lejos de apoyar su vocación intelectual, su familia soñaba que contraiga matrimonio con un hombre de mejor posición socioeconómica. “Tenían la fantasía de que mis hermanas y yo nos íbamos a casar con algún tipo de más categoría que nosotros. Cuando la familia estaba reunida y salía el tema, mi papá me señalaba y decía: ‘Ella me va a traer al doctorcito’. Me daba una bronca… Yo no quería ser la señora de nadie, quería ser yo misma. Dentro mío decía: ‘yo voy a ser la doctorcita’”, relató.

De monja de clausura a filósofa: una vida marcada por la rebeldía

Impulsada por su deseo de aprender, a los 17 años decidió entrar a un convento de clausura. Creía que la vida religiosa le permitiría acceder al estudio. “Era tanta mi ansiedad por conocer que quería ser un hombre del Renacimiento. No por querer una identidad masculina, sino porque ellos sabían de todo: filosofía, ciencia, pintura. Yo quería eso”, explicó.

Tiempo después, se casó siendo virgen. “Llegué virgen al matrimonio porque creía que si me acostaba con un tipo, el infierno iba a abrir sus fauces y me iba a devorar. Era lo que me habían inculcado mis padres”, rememoró la escritora de Una filosofía de la vejez. Fue un matrimonio olvidable, atravesado por la violencia y el sometimiento. Con hijos pequeños y casi sin apoyo, aprendió peluquería para poder alimentarlos.

Esther Díaz

Felicidad, deseo y libertad en la madurez

A pesar de todo, nunca abandonó su deseo de saber. Tras separarse, ya en sus treinta y tantos, ingresó a la carrera de Filosofía en la UBA, se doctoró y se convirtió en docente universitaria. Durante más de dos décadas dictó Introducción al Pensamiento Científico, convirtiéndose en una figura clave para generaciones de estudiantes.

Esther Díaz
“Realmente empecé a ser feliz después de los 50 años”, afirmó en +CARAS.

Su historia quedó retratada en el documental Mujer Nómade, dirigido por Martín Farina, donde se cruzan reflexiones sobre el deseo sexual, la libertad y la filosofía. Gracias a ese film, recibió el premio Cóndor de Plata como Actriz Revelación, un reconocimiento inesperado que celebró su vida de pensamiento libre y valentía.

Durante su paso por +CARAS con Héctor Maugeri, la doctora en Filosofía Esther Díaz abrió las puertas de su historia personal y repasó su vida marcada por los mandatos culturales, pero también por la lucha de conquistar su sueño y poder estudiar. “Realmente empecé a ser feliz después de los 50 años”, concluyó.

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