El glamoroso Principado de Mónaco, acostumbrado a las luces de la alfombra roja y los flashes de la prensa internacional, vuelve a verse envuelto en una polémica que trasciende los lujos y los títulos nobiliarios. Esta vez, el centro del debate es Charlene de Mónaco, la princesa consorte y el debate sobre su rol como madre de los pequeños Jacques y Gabriella.
La controversia no es nueva, pero se ha reavivado en los últimos meses. Desde hace años, Charlene atravesó serias dificultades emocionales, con internaciones en clínicas especializadas y largas ausencias del escenario público. Lo que comenzó como una serie de malestares físicos derivados de una infección en Sudáfrica, terminó derivando en un cuadro más complejo de ansiedad, agotamiento y aislamiento que la mantuvo alejada tanto del principado como de sus hijos mellizos.
Charlene, una madre bajo observación
El rol de madre, en cualquier contexto, suele estar sometido a un nivel de escrutinio injustamente elevado. Pero cuando se trata de una princesa, cada gesto o cada aparición se convierte en noticia. Las imágenes de Charlene en actos oficiales, muchas veces con rostro serio, mirada distante y actitud rígida, contrastan con la expectativa popular de una madre cálida. Esto alimentó la percepción de que su vínculo con Jacques y Gabriella es débil, distante o incluso forzado.
La crítica ha sido particularmente dura por parte de algunos sectores de la prensa europea, que no han dudado en tildarla de “madre ausente”. Sin embargo, otros insisten en que Charlene está priorizando su salud mental para estar bien para sus hijos.
En medio del vacío que dejó Charlene, la imagen de Carolina de Mónaco, hermana del príncipe Alberto y tía de los mellizos, se presenta con fuerza. Figura consolidada en la historia reciente de la familia Grimaldi, Carolina ha sido vista con frecuencia acompañando a Jacques y Gabriella en eventos oficiales y escolares. Con el respeto que le otorgan los años y su impecable manejo de la imagen pública, su presencia fue interpretada como un intento de mantener la estabilidad institucional y familiar.
Pero no faltan quienes ven en esta intervención un acto de poder. La influencia creciente de Carolina en la vida de los niños generó tensiones internas que, aunque nunca se expresan abiertamente, se intuyen en cada fotografía y en cada gesto no dicho. La rivalidad entre ambas mujeres, alimentada por viejos desencuentros, parece haber encontrado un nuevo escenario: la crianza de los herederos del trono monegasco.
VO

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