En una institución marcada por la tradición, las apariencias y la sangre azul, la irrupción de Letizia Ortiz Rocasolano en la Familia Real española fue tan inesperada como necesaria. A más de dos décadas de su boda con el entonces Príncipe de Asturias, ya nadie duda de que aquella periodista, nieta de taxista y divorciada, fue un punto de inflexión para una monarquía que estaba desgastada.
El 22 de mayo de 2004, España veía con cierta incredulidad cómo una mujer ajena a la nobleza decía “sí, quiero” en la catedral de La Almudena. Mientras las cámaras enfocaban su vestido blanco y su porte impecable, pocos imaginaban que esa misma mujer sería una de las claves para evitar el colapso de la Corona.
Los problemas de la Familia Real en la que ingresó Letizia
Letizia no tardó en comprender que detrás del cuento de hadas se escondía una familia real más bien disfuncional. Juan Carlos I y la reina Sofía apenas se hablaban. La relación entre Felipe y sus hermanas no era cercana. Y los duques de Palma, Cristina e Iñaki Urdangarin, comenzaban un derrotero que terminaría en escándalo judicial y condena penal.
A pesar de ser recibida con frialdad por la aristocracia y la derecha monárquica, Letizia supo abrirse camino en una institución cerrada, en la que cada paso fuera del protocolo se pagaba caro. Su origen plebeyo, su divorcio, su pensamiento moderno fueron, a la larga, sus mayores fortalezas. Letizia aportó algo que la Corona necesitaba desesperadamente: contacto con la realidad.

En aquel momento, Juan Carlos I llegó a advertir, con gesto severo, que Letizia “se iba a cargar la Monarquía”. Ironías del destino, fue su conducta la que la puso en peligro. La cacería en Botswana, los vínculos con Corinna Larsen y los negocios opacos provocaron que la institución tocara fondo. En 2014, con la confianza popular en caída libre y los escándalos salpicando titulares, el Rey abdicó.
Felipe VI asumió el trono con el apoyo firme y silencioso de Letizia. Fue entonces cuando quedó claro que aquella periodista, criticada por su carácter perfeccionista y distante, era una mujer ejemplar, con gran temple. A su lado, el nuevo monarca tomó decisiones dolorosas pero necesarias: marcó distancia con su padre, con la infanta Cristina y con todo aquello que generara un problema a la endeble institución monárquica.
A Letizia se la acusa de ser fría, rígida y controladora. Pero también se la reconoce por su preparación, su compromiso y su firmeza. No es una reina carismática al estilo de Máxima de Holanda ni espontánea como Kate Middleton, pero logró devolverle su valor a la Corona española.
VO

Europa necesita a Trump

Horóscopo de la semana: energía introspectiva y decisiones clave para cada signo

Nicolás Repetto explicó los motivos detrás de la separación de Juana Repetto y Sebastián Graviotto
