Un gran silencio reina en el salón Art Decó del primer subsuelo del Teatro Opera Allianz. Allí tampoco hay luces. Todo está en penumbras. Hasta que se abren las puertas y un torbellino de un metro cincuenta y cuatro, vivaces ojos, dientes perfectos y derroche de simpatía, invade el lugar iluminando todo y llenando el espacio de alegría y fuertes melodías que acompaña con improvisados pasos de baile. Así es Lali Espósito (23). Una explosión de sensaciones. Una bocanada de aire puro. Naturalmente provocadora. No puede pasar inadvertida a pesar de autodefinirse como un “gnomo” por su baja estatura
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