Como una verdadera antropóloga de la actuación, encarna el espíritu de los años 20 y sorprende por su mimetismo. Andrea Bonelli disfruta de la ficción y de la realidad, fluye entre una y otra impulsada por un alto compromiso. Y en esta etapa de su vida se asume como una mujer feliz, agradecida, con las cosas bastante más claras."La actuación me sorprende permanentemente, hace cinco años que no me bajo del escenario. Hago teatro sin parar, termino una obra y empiezo otra, y a nada le hubiera podido decir que no. La verdad es que me vienen ofreciendo 'personajones' impresionantes. Por eso en televisión estoy haciendo sólo participaciones. Al escenario hay que llegar muy descansado, entero, con mucha energía. La única expectativa que tengo es estar abierta para que estas propuestas sigan llegando y poder continuar eligiendo bien", dice la actriz que brilló en "Gigoló" (obra "de amor, dolor y muerte" ambientada en Buenos Aires en 1925), y que ahora estudia una propuesta para hacer televisión, grabará el disco del show de tango "Yo no sé qué me han hecho tus ojos", junto al Cuarteto Maldonado, y está a punto de obtener los derechos de una obra que vio en Francia y hace mucho desea interpretar.
Meticulosa investigadora y gran observadora, Bonelli afirma que "habitar" en los años 20, al menos en el universo de la ficción, es algo que la sedujo desde que se lo propusieron."Me encanta hacer época, ponerme a investigar. ‘Gigoló’ era una obra que sucedía entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, en un momento en donde en Buenos Aires había muchísimo dinero. Hablaba de una clase social muy alta, de una aristocracia porteña, de la época de ‘tirar manteca al techo’. Y en la obra quedaba expuesta también la situación que vivía la mujer, que estaba condenada a vivir de una determinada manera, y los prejuicios de la época la limitaban mucho —afirma antes de enfocarse específicamente en el sometimiento femenino de aquella década—. A la mujer que interpreté, su entorno la limitaba mucho, porque era muy hostil y no la comprendía en las cosas que le estaban sucediendo. Estamos hablando de una época en la que la mujer, por ejemplo, no heredaba ni votaba. En la obra se generaba también una especie de violencia de género", agrega la actriz que fue mamá a los 20 años, cuando dio a luz a Lucio, hijo que tuvo con Gerardo Romano.
—En lo personal, ¿usted adhiere a las banderas del feminismo?
—Me parece que cuando empezó ese movimiento, cuando la mujer no tenía ningún derecho legal ni social, se imponía una lucha así. Hoy por hoy, muchas cosas han cambiado positivamente, por suerte la situación de la mujer no es la misma que en aquel momento. A mí no me gusta enarbolar banderas, creo que tanto las mujeres como los hombres pueden sufrir mucho, más allá del género. Y yo nunca me sentí discriminada por el machismo.
—¿Qué le gusta de los años 20?
—Me encanta la arquitectura, la moda que imperaba, aunque a mí me hubiera gustado vivir en todas las épocas. Además de en los veinte, en la Edad Media, en el Renacimiento, aunque en el Imperio Romano creo que no (Risas).
—Era una época con artistas muy emblemáticos...
—Sí, había actrices con imágenes muy fuertes, que hacían cosas muy jugadas y transgresoras. Es una época también de mucha modernidad, que se la ve además en los peinados y en el vestuario, en mujeres como Greta Garbo, Marlene Dietrich o Louis Brooks. Ellas imponían una personalidad y un estilo muy distintivo.
—¿Siente que las mujeres siguen postergadas?
—Hoy en día el rol de la mujer lo veo muy bien, lo que me indigna es lo que está pasando con tantos femicidios, que se dan en todas las clases sociales. Evidentemente es una lucha que todos tenemos que dar, me parece que la consigna: “Ni Una Menos” es muy importante.
—¿En qué cosas sigue siendo “progre”, y en cuáles se convirtió en un poco conservadora?
—Con el tiempo y los años, inevitablemente me fui convirtiendo en alguien... solo un poco conservadora (Risas). En algunas cosas más que en otras. Pero creo que la transgresión es ser consciente de eso, y tratar de que no suceda demasiado. Sigo siendo muy curiosa, me gusta experimentar cosas nuevas, soy inquieta. Con mis personajes me sucede que me encanta transitarlos, pero llega un momento en que necesito pasar a otra cosa. Mi profesión me permite eso. Hoy interpreto a una mujer que se juega por un montón de cosas y se permite superar límites, mañana termino con ella y empiezo con otro personaje, a lo mejor totalmente diferente. Por supuesto que hay algo de mí que va a estar en ello. Me gusta involucrarme con lo que estoy haciendo. Amo ser actriz, no podría hacer otra cosa.
—Usted está en pareja con Ignacio “Nacho” Gadano desde hace 18 años, lo que en el amor la convierte en alguien conservadora...
—Hay una falsa creencia que los actores no duran tantos años en una relación. Pero hay muchísimas parejas que perduran. Así como a mí se me impone romper con la rutina permanentemente, a mi pareja, al ser actor, también le pasa lo mismo. Nuestras vidas son siempre muy cambiantes, tenemos épocas en que nos vemos y compartimos mucho en casa, y otras en las que prácticamente ni nos cruzamos. Con “Nacho” nos amamos, no me doy cuenta de que pasó tanto tiempo desde que nos enamoramos.
—Su personaje en “Gigoló” también debía afrontar una adicción a la cocaína...
—En la vida real mi única adicción es la comida (Risas). Me gusta mucho comer, ¡es una lucha! Es algo que disfruto y debo cuidarme, restringirme. A veces encarno personajes con los que siento que tengo que estar más flaca y hago dieta. Pero me encanta el placer de una buena comida, de lo que implica compartir una cena con mi pareja, familia o amigos.
—¿Cuál es su mejor desafío?
—Disfrutar de cada cosa desde que me levanto hasta que me vuelvo a dormir por la noche. Parece simple o una tontería, pero no lo es. Aspiro a tener esa conciencia, esa sabiduría de disfrutar de todo lo que me suceda, sin hacerme problemas por cuestiones superfluas, dándome cuenta de dónde está lo importante. Y que la vida me siga sorprendiendo.