domingo 13 de julio del 2025

AVA Neuro Coach - Diagnóstico tardío en Neurodivergencias: cuando todo encaja, pero nada es igual

Hay momentos en que una palabra lo cambia todo. El diagnóstico llega, ilumina el pasado, y entonces algo en nosotros se acomoda… pero también se quiebra. Porque entender quién somos implica, muchas veces, despedirnos de quien fuimos. Galería de fotosGalería de fotos

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AVA Neuro Coach - Diagnóstico tardío en Neurodivergencias: cuando todo encaja, pero nada es igual. | CARAS
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Hay diagnósticos que no llegan en la infancia. Llegan después. A veces a los 30, a los 40, incluso a los 60. Y cuando llegan, no vienen solos: traen consigo una mezcla abrumadora de alivio, vértigo, tristeza, rabia, culpa, comprensión… y duelo.

Porque cuando una persona neurodivergente recibe su diagnóstico tardíamente —ya sea de Autismo, TDAH, Altas Capacidades, Trastornos del Procesamiento Sensorial u otra condición—, no solo pone nombre a algo que siempre estuvo. También empieza a ver, por primera vez, todo lo que no fue visto antes.

 

   Ese diagnóstico no es solo una palabra clínica: es un espejo. Refleja una identidad, explica una trayectoria, ilumina momentos que antes parecían desconectados. De golpe, todo encaja. Las diferencias, las dificultades, la sensibilidad, los esfuerzos titánicos por encajar, las crisis, las elecciones, los dolores invisibles, los logros silenciosos. Todo cobra sentido. Pero en ese mismo instante, también se desmoronan muchas certezas. Porque si esto siempre estuvo ahí, ¿por qué nadie lo vio? ¿por qué no lo entendimos antes? ¿cómo habría sido la vida si lo hubiéramos sabido?

 

  Ahí aparece el duelo. No es un duelo por la etiqueta. Es un duelo por el tiempo perdido. Por los años pasados sintiéndonos “demasiado” o “insuficientes”. Por los vínculos donde nos exigieron lo que no podíamos dar. Por las escuelas que no supieron leer nuestras necesidades. Por los trabajos que nos agotaron sin saber por qué. Por las veces en que creímos que el problema éramos nosotros.

Aparece la rabia, por lo que dolió, por lo que se forzó, por lo que se disfrazó. Aparece la tristeza, por todo lo que no fue cuidado. Y también aparece la culpa, por no haber entendido antes, por no haber dicho, por haber pasado tanto tiempo intentando ser otra persona.

 

Pero también aparece algo nuevo: la posibilidad de mirar atrás con ternura. De ver a esa niña, a ese adolescente, a ese adulto intentando sostenerse como podía. De empezar a perdonarnos. Y sobre todo, de empezar a tratarnos con más compasión.

Ese proceso transforma radicalmente la mirada que una persona tiene sobre sí misma. Ya no somos un rompecabezas incompleto ni un proyecto fallido. Por primera vez, podemos vernos desde la coherencia interna. Lo que antes parecía contradicción o fragilidad, ahora se revela como parte de un patrón neurológico distinto, pero legítimo. Descubrimos que no éramos el error, sino la excepción no comprendida. Y eso lo cambia todo.

Porque el diagnóstico no viene a encerrarnos en una definición. Viene a abrirnos a una comprensión más profunda. Nos permite ver que no estábamos rotos, solo mal leídos. Que no éramos débiles, sino que llevábamos demasiado peso sin ayuda. Que no éramos raros: éramos diferentes, y eso también está bien.

 

El Psicodiagnóstico, en ese sentido, no debería ser visto como una etiqueta que limita. Al contrario: es un portal. Es el peldaño desde donde una persona puede finalmente acceder a lo que necesita. No para ser corregida, sino para ser comprendida.

Hay profesionales que aún miran con desconfianza los diagnósticos. “¿Para qué etiquetarte?”, dicen. “Vos sos mucho más que eso”. Y es cierto: ninguna palabra puede definirnos por completo. Pero también es cierto que, sin ese diagnóstico, muchas personas quedan afuera del sistema. Sin acceso a terapias específicas. Sin apoyos. Sin derecho a pedir lo que necesitan. Sin marco legal. Sin Psicoeducación familiar. Sin nombre para lo que sienten.

El Psicodiagnóstico no es un techo. No es un límite. Es una herramienta para construir una vida más justa, más coherente con nuestra forma de ser, percibir y habitar el mundo. Es el punto de partida desde donde podemos decir: ahora sí entiendo. Ahora puedo elegir cómo seguir. Empezamos a buscar a quienes pueden acompañarnos. A armar nuestra red de apoyos. A hablarlo en casa, en el trabajo, en los vínculos. A dejar de escondernos.

Y cuando lo hablamos, cuando lo nombramos, también se transforma la manera en que el entorno nos mira. A veces, por fin, empezamos a ser comprendidos. Otras veces, todavía no. Pero lo importante es que ahora nos comprendemos nosotros. Y desde ahí, ya no negociamos tanto nuestra identidad. Ya no aceptamos lo que no nos cuida. Ya no ponemos en pausa nuestras necesidades.

 

Por eso es tan importante el acompañamiento emocional en esta etapa. Porque no alcanza con recibir una hoja que diga “usted es…”. Se necesita tiempo, espacio, contención. Se necesita hablarlo, compartirlo, entenderlo en voz alta. Se necesita reconstruirse desde ese nuevo mapa. Integrar lo que siempre fuimos, pero con nuevas palabras. Y empezar a decidir con conciencia y libertad.

Revisamos toda la vida. Desde la infancia hasta hoy. Las elecciones, los vínculos, los miedos, las exigencias, los mandatos. Todo entra en revisión cuando entendemos que no éramos “complicadas”, ni “raros”, ni “inestables”. Éramos neurodivergentes, simplemente no lo sabíamos.

Y cuando lo sabemos, algo cambia para siempre.

 

Muchos creen que llegar tarde a ese diagnóstico es una pérdida. Pero no. No llegamos tarde. Llegamos cuando estábamos listas. Cuando por fin pudimos sostener esa verdad y usarla a favor, no en contra.

Porque entendernos es también empezar a cuidarnos. A pedir lo que necesitamos. A buscar entornos más respetuosos. A construir relaciones más honestas. A recuperar el vínculo con nosotros mismos.

 

El Psicodiagnóstico no define todo, pero puede abrirlo todo. Puede ser el principio de una historia más amable, más consciente y más auténtica.

Una historia donde ya no nos pidan encajar.
Una historia donde, por fin, podamos ser.

 

 

 

AVA Neuro Coach – Coach Neurodivergente. 

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