¿Cuáles son los mayores desafíos a los que te enfrentas en la Jardinera?
Creo que la desinformación es una barrera importante al momento de compartir un estilo de vida más consciente. Se ha tergiversado la responsabilidad humana en los cambios ambientales y por mi experiencia clínica, me atrevo a decir que una gran parte de la población considera el autocuidado más como un proceso individual, alejado de una visión comunitaria necesaria para convivir en armonía. Y supongo que las prioridades imperantes no ayudan mucho, es más común ver personas invirtiendo en cosas que en experiencias, pagar una terapia aun no se instala como una necesidad legitima.
¿Cuál crees que es tu sello distintivo?
Creo que con el tiempo me he conformado en una ecléctica respecto del saber, me interesa tomar de todos los recursos disponibles, lo mejor para el bienestar humano y el cuidado del medio ambiente. Así combino la psicología clínica tradicional con saberes más antiguos como el ayurveda, terapia floral y mindfulness, entre otras. Y por sobre todo, un estilo de vida lenta, o lo que llaman hace un tiempo “slow life”. Insisto en respetar los ritmos propios y naturales en mi cadena de producción y en la consulta. Creo que por eso tengo la agenda llena siempre jaja mis consultantes valoran lo autentico del proceso, que esté creado exclusivamente para cada una/o de ellas/os. Fuera de automatismos y de la inmediatez acostumbrada.
¿Cómo te proyectas en el futuro?
Viajando, compartiendo experiencias en distintos lugares del mundo. Me gusta imaginarme llevando el mensaje de nuevas formas para acercarnos al bienestar de la mano con la naturaleza. Haciendo terapia, por supuesto, es algo que disfruto muchísimo, sé qué estoy siguiendo mi misión cuando atiendo. Así que me imagino siempre con una consulta y enviando fitocreaciones a todas las latitudes. Mi regalo al mundo tiene forma de ungüentos y medicinas aromáticas.
Si pudieras enviar un mensaje a las generaciones más jóvenes, ¿qué les dirías?
¡Rebélense! Contra la idea aprendida de cómo habitar el mundo. Crecer como una persona coherente y responsable implica en primer lugar, ser honesta/o consigo misma/a, abrazar las propias debilidades y conocerse hasta lo más íntimo. En un sistema que valora la productividad sobre todas las cosas, darse el tiempo para conocer y sentir las propias emociones, es un acto de rebeldía, necesaria. Siempre lo digo, nuevas formas de habitar-nos son posibles, hagamos que suceda. En nuestras manos está el cambio, y solo lo vamos a conseguir si nos miramos desde el amor, sin divisiones, en comunión con la naturaleza. Somos naturaleza.
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