¿Cómo influye en nosotros esta modernidad?
Hay todo un oleaje de información que nos dice que aquellas personas, países, más desarrollados, que por consiguiente poseen al alcance de la mano toda modernidad, son mas propensas a ser felices.
Por otro lado, no podemos descartar las diferentes estadísticas de organizaciones de la salud, la cual nos dicen el gran aumento de personas con problemas de depresión, trastornos de la ansiedad, tratamientos de la ira y la alta tasa de suicidios que aumenta año tras año.
Otro dato, no menor, nos dice que estas patologías afectan cada vez más a jóvenes e inclusive niños.
Este oleaje informativo, o desinformación en muchos casos, nos invitan a estar en contacto con nuestras sensaciones, sentimientos y todo aquello que nos hará sentir felices.
¿Ahora bien, como saber que siento sino gestiono esas emociones? Sabemos que queremos? Claro que está perfectamente bien estar en conexión, pero debemos estar atentos a este desequilibrio que aparece por mala gestión emocional y nos conduce a una autoestima excesiva e individualismo preocupante.
Vamos creando una generación de narcisistas crónicos y sus consiguientes frustraciones de perseguir lo tangible, pero ineficaz en lo fundamental.
¿El problema es la modernidad?
El problema no es la modernidad en sí, todos podemos disfrutar de las diferentes herramientas de ella.
Pareciera que naturalizamos estos círculos viciosos, de perseguir con la inseguridad a cuestas, queriéndonos sacudir la apatía que nos va invade y la frustración final. Vamos rebotando con los muros del querer pertenecer, ya sea con el éxito, el cuerpo bonito, el dinero, las redes sociales u otra cuestión que creemos necesitar y/o ameritar, para alcanzar esa aceptación engañosa, que bajo ningún aspecto engendra el cambio. Generamos en nosotros un cansancio, esa clase de cansancio intranquilo de sentir estar cansados de estar cansados.
Nadie cuestiona, como hemos dicho en otras oportunidades, disfrutar de esos placeres momentáneos. La cuestión es creer que eso es felicidad.
En la ecuación de ese todo, algunas partes pueden desaparecer en el corto o mediano plazo, dado lo frágil y temporal de esos objetivos endebles.
¿O acaso podemos garantizar eternamente nuestro éxito, familia, dinero? el pobre, ¿está sentenciado a la infelicidad?
Al suceder, las denominadas perdidas, nos atrapa el desencanto y la consecuente sensibilidad a las críticas de ese mundo superfluo que decidimos navegar.
Séneca decía “No es que dispongamos de muy poco tiempo, es mas bien que perdemos mucho”.
Si vamos posponiendo lo esencial para mas adelante, y decidimos quedarnos siempre entrampados por las presiones de la sociedad, que constan de una incoherencia importante, siempre vamos a salir perdiendo. Depende de nosotros si queremos convertir el tiempo en oro o simplemente existir sin.
¿El problema es vivir distraídos?
Claramente es así y no me atrevería a decir que es el único problema, pero si, uno de los fundamentales.
Como podemos cultivar el altruismo, la compasión, sin una mirada interna y real.
Como podemos estar tranquilos y felices, si consciente o inconscientemente, estamos ocupados y preocupados por el afuera y el temor a perder lo que tenemos o el sufrimiento al perderlas.
Tenemos el conocimiento, que cuando lo externo se derrumba lo interno cae, o si lo interno no esta bien, nada es suficiente en el afuera.
Si pudiéramos gestionar nuestras emociones, cultivar la sabiduría emocional, la serenidad, podríamos llegar a entender los procesos mentales, logrando que esas emociones se conviertan en acérrimas aliadas y no, nuestras peores enemigas.
Logrando identificar cuales son las circunstancias en las cuales las personas tendemos a equilibrar estos dos niveles, entre las condiciones externas pero sin descuidar los procesos internos, podríamos tener la habilidad de disfrutar viviendo y no morirnos de hambre espiritualmente.
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