La última vez que Susana Giménez subió a un escenario fue en “La Inhundible Molly Brown”, que estrenó en 1991, en el Lola Membrives. En ese entonces, la diva, ya consagrada como una estrella, se puso en la piel de la sobreviviente más famosa del Titanic, una self-made woman de origen humilde que llegó a tener el mundo a sus pies. Tan amante de París como aquel personaje y tan “hecha por sí misma” como aquel personaje, no es casual que la conductora, a punto de regresar al teatro en la obra “La Piel de Judas”, haya elegido pasar su cumpleaños, el 29 de enero, en la Ciudad Luz, antes de ponerse al servicio del director Arturo Puig y de su productor, Gustavo Yankelevich. Dueña de una vida digna de una espectacular ficción, Susana desembarcó en Francia con todos los lujos que merece su figura. Ubicado sobre la elegante Rue du Faubourg Saint Honoré —donde abrieron las primeras tiendas de Hermés y Jeanne Lanvin—, en el corazón del distrito de la moda y las artes de París, el sofisticado y tradicionalhotel Le Bristol fue su morada parisina. Desde ese exclusivo lugar, que llegó a ser elegido como el mejor hotel del mundo, la actriz regaló una postal fílmica al bajar de un elegante Mercedes-Benz —su automotriz favorita—, enfundada en un tapado de piel con zapatos y carteras Chanel, escoltada por su amigo, el productor argentino, Dany Mañas, y el concierge del hotel, quien amablemente la acompañó con un paraguas para evitar la invernal garúa. No era la primera vez que visitaba ese lujoso lugar. Había estado en 1998, al iniciar su relación con Jorge “Corcho” Rodríguez, cuando fue una de las invitadas de honor al lanzamiento del mítico perfume “Angel” del pretigioso diseñador francés Thierry Mugler. “Soy una amante de la moda desde siempre. En París, recorro las principales tiendas. Nada me provoca más placer que vivir sin estar atada a una agenda”, le confesó la diva a CARAS, desde su cómoda suite de Le Bristol, con vista a los tejados de París.
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