Miami está por estos días colmada de emprendimientos inmobiliarios pero sobre la playa más codiciada sólo hay uno: Oceana Bal Harbour. Su desarrollador es un hombre por demás conocido para los argentinos, Eduardo Costantini (69), el CEO de Consultatio, el emprendedor que armó una ciudad en Nordelta y el Museo de Arte Latinoamericano en Palermo Chico. Un apasionado por las obras de arte que llega a Miami justo antes de comenzar la feria “Art Basel”, donde se dan cita todos los años los mejores artistas y coleccionistas del mundo. Eduardo ha llegado hasta aquí transitando una carrera que, según él, “ha sido de mucho esfuerzo, de menor a mayor basada en la educación universitaria y en la formación que me dieron mis padres con su ejemplo”. De ellos aprendió el valor de la ética y del trabajo: “Ambos tenían una actitud totalmente positiva y optimista —recuerda respetuoso—. Mi padre era una persona constructiva que sobre todo siempre buscaba el lado bueno de las cosas, un ser apasionado e inquieto”.
Recibió a CARAS en el showroom de Oceana y luego cruzó al mall de Bal Harbour, donde su última adquisición artística se luce en la entrada principal: la escultura “Pluto y Proserpina” es alta, dorada, brillante, espectacular. Frente a ella, Eduardo se confiesa: “Cada hombre tiene que saber conocerse y aprender a disciplinar el ego con la inteligencia, desarrollando sus fortalezas en el largo plazo y siendo consistente, de este modo va construyendo un camino”.
—¿En qué momento de su vida se dio cuenta que si sabía cómo invertir y ganar dinero para sí mismo podía ayudar a que otros lo hicieran?
—Hay un círculo virtuoso en la vida y si te movilizás con un proyecto entonces ayudás a movilizar a otros. Se genera una dinámica y una energía que se recicla. Además, uno en la vida siempre es el resultado de un esfuerzo colectivo, de los miembros de tu propia empresa por un lado y de la sociedad por otro. La sociedad es socia de los distintos proyectos que uno hace en la vida. Todo lo que hacés tiene una dimensión social. La vida siempre es una articulación y una gran interacción con la sociedad toda.
—Nordelta en Argentina y Oceana en Key Biscayne y Bal Harbour son proyectos de gran escala. ¿Qué valor tiene la dimensión y el espacio en sus proyectos?
—Todos nuestros proyectos son hechos a gran escala. Nos permite esto tener mayor visibilidad y mayor flexibilidad. Muchas veces permite hacer inversiones que son casi por fuera del proyecto, que no son esenciales pero a la postre mejoran el proyecto final. Por ejemplo, ahora la escala del proyecto nos permite financiar la calidad de estas dos obras de arte que formaran parte del patrimonio del edificio: Pluto y Proserpina y Ballerina, de Jeff Koons quien es hoy el artista vivo más caro del mundo. Estas dos obras de arte que van a formar parte de Oceana, no se debe a un pedido de los propietarios, sin embargo es posible por la gran escala del proyecto.
—¿Cómo llega esta escultura a ser parte del proyecto?
—Adquirimos la obra Pluto y Proserpina para llevarla al bridgeway de acceso de Oceana. Antes de llegar a Miami pasó por el Pompidou y el Guggenheim de Bilbao. Mientras terminamos la construcción le rendimos homenaje a este maravilloso shopping de Miami como es el Bal Harbour, un gran motor en el desarrollo de esta zona. Aquí está al alcance de todos. La segunda obra de Koons que adquirimos se llama Ballerina, es una interpretación de la Venus de Botticelli moderna hecha en acero inoxidable espejado. Se trabaja en una fábrica sofisticada en Alemania. Los colores se logran en la fundición. Se exhibirá el año que viene en la explanada del MALBA (Museo de Arte latinoamericano de Buenos Aires) antes de viajar a su destino final en los jardines de Oceana, haciendo eje entre las dos piscinas del edificio a metros del mar. Me gusta mucho Koons porque representa el posmodernismo y su obra está revisitando la historia del arte. Su obra se integra muy bien en el espacio de este edificio y le da una dinámica especial. Lo conozco y te cuento que es una persona agradable y muy accesible. Le gusta ver su obra en espacios públicos y ver cómo se articula con las personas que lo habitan. Además de las esculturas de Koons, los artistas que formen parte de las áreas comunes con seguridad serán artistas internacionales del período del `60 en adelante, artistas contemporáneos y post contemporáneos que sean un reflejo de la globalidad del proyecto.
—Su edificio es la única obra en construcción sobre el mar en la codiciada Bal Harbour, ¿qué tiene esta zona de Miami que la hace tan especial?
—Bal Harbour tiene una concepción urbanística única, diferente a otras que bordean la Avenida Collins, el espacio, el verde, la altura limitada de sus edificios y sin duda el shopping con mejor escala, atractivo y glamour de toda la zona. Es el que más vende por metro cuadrado en el mundo: más que New York y Tokio. Esta ciudad está entre dos puentes, tiene más o menos una milla de extensión y es definitivamente un segmento muy exclusivo junto al mar.
—¿Cómo es el comprador de Oceana?
—El comprador de Oceana es lo que yo llamo el “Global Citizen” o ciudadano del mundo. Es un segmento muy privilegiado de la población mundial que recorre las ciudades metropolitanas como Londres, New York, Ginebra, Ibiza, Mónaco o Miami. Son lugares comunes a esos círculos. Tienen gustos parecidos como coleccionar arte, autos o relojes. En Oceana hay 240 unidades con un precio promedio de 4 millones de dólares. Las unidades van desde los 2 hasta los 10 millones de dólares. Si bien el desarrollador es argentino, el arquitecto es peruano, el diseñador de interiores es italiano, el paisajista es suizo, la constructora es americana. Es un proyecto global para un comprador global.
—¿Qué dicen sus obras sobre usted mismo?
—Mis obras hablan por lo que yo hice. La vida es un cuerpo de obras que se tienen que sostener, y el hacedor habla a través de su obra. Por ejemplo, en Nordelta o Puerto, al desarrollar esas dos ciudades ayudamos a las familias a desarrollar sus vidas. Les propusimos un proyecto de vida y lo tomaron. En Nordelta queremos llegar a tener 100 mil habitantes y en Puerto a 60 mil y todo eso con sus hospitales, escuelas y servicios públicos. En lo personal me gusta mucho involucrarme en la parte creativa de un nuevo proyecto, la concepción desde cero con la tierra vacía. Hacer el armado es lo más. A veces pienso que me hubiera gustado estudiar arquitectura. Mi formación es la de un economista pero es la viabilidad financiera lo que te permite desarrollar un proyecto. Si sos pura creatividad pero te fallan las herramientas económico-financieras podés cometer graves errores que terminan por fundirte. Pongo mucho cuidado en todo eso.
—¿Cómo se ve la Argentina desde Miami, hoy?
—Veo muy positivo el cambio en Argentina. Al principio va a ser muy bien recibido pero luego hay que ver cómo se sostiene en el tiempo. Qué políticas macroeconómicas se implementan y cuál es la concepción de la política del nuevo gobierno. Esperamos todos que sea una concepción democrática y republicana de la política y que los argentinos aprendamos a la alternancia del poder sin ser tan personalistas. El mal argentino es un exceso de personalismo, una apropiación del estado y del poder que nos lleva a caminos muy equivocados. Aquí también hay cosas por mejorar. Estados Unidos necesitaría ser un país más inclusivo y receptor de las corrientes migratorias. Son fuertes en la tecnología, los recursos naturales y la educación. Es una sociedad que permite la movilidad y corrige desajustes más rápido, está más avanzado que Europa en ese sentido. Es posible que hagamos más obras en esta ciudad. Me fascinan New York, Londres, San Pablo un poco Madrid y por supuesto Buenos Aires.
—¿Cómo vive la edad en esta etapa de su vida?
—No me preocupan la vejez ni la muerte, creo que no hay que hacerse rollo con eso. El día que te mueras te llorarán tus hijos pero lo más seguro es que vos ni te des cuenta. La muerte es parte de la vida. Hoy le doy peso al presente. En mi último accidente (pracitando kitesurf en Nordelta, en 2003), cuando entré al sanatorio entré consciente. La primera noche casi muero porque me desestabilicé, pero yo no lo sabía porque estaba en coma farmacológico. Sabía que estaba grave y tenía miedo de quedar paralítico, pero por suerte sobreviví bien, con algunas secuelas complicadas en el día a día pero nada más…En la vida hay que mirar hacia adelante buscando la armonía y descubriendo sus dimensiones.