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¿Cómo decidió ejercer su profesión de manera independiente?
Siempre me gustó el contacto con el paciente, me enriquece mucho. Creo que, en mi especialidad, la consulta médica y la escucha de los pacientes, es sumamente importante. De todos modos, el trabajo siempre es multidisciplinario.
Trabajo con un equipo grande que incluye embriólogas, psicólogas, hematólogas, parteras, médicos de diferentes especialidades. El trabajo en equipo es una pieza fundamental en estos procesos.
En su profesión, ¿qué diferencial aporta una mujer?
Para mí las mujeres son todo. Mi especialidad, mi vida gira entorno a ellas, a nosotras, mejor dicho. Los temas que tratamos son muy sensibles, cargados de responsabilidad, y es inevitable no conectar desde bien adentro con cada una de ellas. Sus problemáticas pasan a ser mi tarea, mi ejercicio a resolver.
Pero lejos de las matemáticas, acá se pone todo, la capacitación, el profesionalismo, la comunicación, la empatía y la camiseta de cada familia que acude a mí para ampliarse. Es un gran desafío en el que me exijo mucho e intento dar siempre lo mejor.
¿Cuál fue su mayor caso de éxito?
La respuesta rápida es: los niños nacidos, todas las familias que se agrandaron, todos esos deseos hechos realidad. El éxito es hacer las cosas bien, es estar muy bien formada, actualizada, brindar información verdadera y fácil de comprender, ser prolija, paciente, veraz, acompañar, estar a la altura de semejante circunstancia.
¿Cuál fue el fracaso del que más aprendió?
El fracaso es sentir que no hiciste todo lo que debías hacer. Desde la formación hasta la empatía. Aprendo a diario de la relación médico paciente, y creo firmemente que dejar de aprender refleja que perdiste la empatía y la pasión por lo que hacés.
¿Cuánto pesa la comunicación en su profesión?
La comunicación es todo. Una comunicación sincera, clara, empática, con feedback constante es la base de una consulta autentica que se verá reflejado en los resultados.
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