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¿Qué la volcó a elegir esta profesión?
Desde que era estudiante, nunca imaginé ser otra cosa. Quise ser médica desde que acompañaba a mi padre a ver a sus pacientes. Mis tíos también ejercían esta profesión, y desde muy joven ayudaba a operar a uno de ellos, que era cirujano. Los admiraba y quería parecerme a ellos. Hoy, mi hermano, Jorge Massarelli, cirujano, y mi cuñada, Gabriela, que también es pediatra, me contienen y apuntalan.
¿Qué diferencial aporta una mujer en su especialidad?
La mujer, en cada cosa que emprende, aporta orden, paciencia, tenacidad y afecto. Hoy en día no podemos decir que haya grandes diferencias, pero en mi generación esas diferencias eran más marcadas. Es más, personalmente, por ser mujer, me ha costado más lugares históricamente dedicados a los hombres.
¿Cuál fue su mayor caso de éxito?
Mis mayores éxitos han sido, sin dudas, ayudar a sanar a mis pequeños pacientes. Es incomparable el grado de satisfacción que se siente y es lo que hasta el día de hoy me motiva a seguir con mi profesión.
¿Cuál fue el fracaso del que más aprendió?
Los fracasos se convirtieron en aprendizajes y no los registro como fracasos, fueron experiencias que pude capitalizar. Uno de los más duros fue organizar una clínica pediátrica en el año 2001. A pesar de que fue un grupo de pediatras maravillosos y de que tuvimos nuestros turnos completos, no pude continuar con mi emprendimiento por razones económicas.
¿Cuánto pesa la comunicación en su profesión?
La comunicación creció en forma exponencial y sería imposible vivir sin ella. En mi profesión son de suma utilidad. Podría decir, imprescindibles.
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