Muchas veces, el hogar de origen define el vínculo presente; la influencia silenciosa de la familia en la elección de pareja
¿Alguna vez te preguntaste por qué caes una y otra vez en el mismo tipo de relación? ¿Por qué esa pareja que parece perfecta termina reviviendo los conflictos más antiguos y dolorosos de tu infancia?
Cuando elegimos con quién vincularnos de adultos, no lo hacemos desde la lógica o desde lo que nos parece mejor, sino desde una fuerza prácticamente inconsciente. Lo que parece amor verdadero, a menudo es la repetición de un patrón que se grabó mucho antes de que aprendieras a besar.
Nosotros nacemos como una hoja en blanco. Y quienes nos entregan ese manual de instrucciones son nuestras figuras primarias: mamá y papá, un abuelo, o quien nos haya cuidado en esos primeros tiempos. Todo lo que observamos en ellos queda impregnado en nosotros de manera inconsciente.
La trampa del amor tóxico
Aquí está la pregunta clave: ¿Por qué elegimos estar en parejas cuya dinámica se puede llegar a tornar hasta tóxica, si supuestamente estamos enamorados? No elegimos porque sea lo que nos hace bien. Elegimos desde lo que conocemos.
La respuesta es cruda pero liberadora: repetimos la dinámica que en algún momento estuvo presente en nuestros primeros vínculos. El consultorio está lleno de pacientes que sienten que su pareja los hace sentir exactamente como los hacía sentir su mamá o su papá. Es una repetición que se perpetúa porque no sabemos cómo habitar otro lugar. Si la dinámica familiar era, por ejemplo, que el padre era el proveedor y la madre dependía de él, la persona podría inconscientemente ubicarse como proveedor y buscar a alguien a quien satisfacer.
La metáfora de la budinera
Esta verdad se resume en una metáfora muy simple: estas figuras primarias son, metafóricamente, la budinera con la cual vamos a hacer los budines el resto de nuestra vida. La forma de todos esos "budines" (nuestros vínculos) ya fue constituida.
Es fundamental entender que si bien las características de personalidad (como por ejemplo, ser obsesivos con la limpieza) pueden generar discusiones, lo que realmente debemos buscar es que los valores sean compartidos para que, aunque las personalidades no sean idénticas, sí sean compatibles.
La buena noticia es que, al llegar a la adultez, tenemos la posibilidad de reconocer aquello que heredamos y que ya no nos sirve. Ahí está la clave para cambiar esos patrones con los que elegíamos pareja de manera inconsciente: el camino es buscar construir algo sano, haciendo consciente aquello que nos regía en las sombras. Se trata de empezar a decidir desde nosotros mismos, más allá de lo biológico, e incluir una información nueva que posibilite otro tipo de vínculo.
Belén Mugeri, Licenciada en Psicología
Instagram: palabrasbondadosas.belu
 
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