¿Cómo te decidiste por tu profesión?
Siempre me interesé por la vida de los seres humanos, básicamente eso es lo que me llevó a estudiar Ciencias Sociales.
Luego de un largo viaje, y como consecuencia de mi primer análisis, entendí algo que marcó mi futura vocación: si uno logra transformar el malestar de la propia existencia, además de vivir mejor, puede irradiar ese bienestar hacia aquellos que lo rodean. Comprendí que para mí el secreto estaba en el uno a uno, y así llegué al psicoanálisis, y al encuentro con cada uno de mis pacientes.
¿Entonces, cómo continuaste?
Me recibí de Psicóloga por la UBA y enseguida empecé a atender en el hospital y el consultorio. Entre 2003 y 2013 viví en Brasil y tuve muchas experiencias con la Escuela de orientación lacaniana, participando en congresos internacionales, presentando casos o trabajos de investigación. Y, al volver a Buenos Aires, realicé la Maestría en Clínica Psicoanalítica en la Universidad Nacional de San Martín.
¿Las sesiones son presenciales, virtuales o ambas modalidades?
Tengo consultorio en San Isidro y atiendo de modo virtual a pacientes de diferentes ciudades. Jóvenes y adultos, a veces parejas, pero sobre todo trabajo con mujeres.
¿Cómo encarás las sesiones, tenés un enfoque tradicional?
La clínica se fue transformando con los cambios de la vida actual. Pienso que ya no se trata sólo de ir al pasado o de hablar de la familia y los padres, ni de aquellas largas interpretaciones o tratamientos interminables.
Las sesiones las pienso como un espacio de transformación e invención, sin formalismos. Con la escucha atenta y las intervenciones adecuadas, entre paciente y analista, se va tejiendo un nuevo modo de estar en la vida.
Es verdad que no hay salidas mágicas ni métodos rápidos, pero las situaciones de duelos, conflictos amorosos y angustia, por ejemplo, pueden ir encontrando salidas posibles para que la persona rehaga su modo de encarar la vida, de estar mejor.
¿Sería el inicio del camino hacia el bienestar…?
Hay un concepto lindísimo, que es el del síntoma. El síntoma es aquello que nos molesta, que nos hace sufrir, lo que incomoda y que se repite una y otra vez. Por ejemplo: “¡Siempre termino enganchándome con tipos casados!” o “No puedo dejar de pensar y repensar cada cosa mil veces”, o “Cada vez que estoy por cumplir un sueño o alguna meta importante, me enfermo”. Eso que se lleva a la consulta como lo que más incomoda, a su vez tiene en su esencia lo más íntimo y singular de cada uno, y es esto lo que luego permitirá, con el devenir del tratamiento, darnos la herramienta de salida, de la cura, como se dice.
Laura Fangmann | Psicóloga y psicoanalista
@psicologialf
[email protected]
Tel: 113 609 8854
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