viernes 26 de julio del 2024

La compasión

Estimábamos hacer una nota sobre la compasión, y rápidamente se nos vino a la mente uno de los impulsores de esta emoción. Su espacio, de hecho, se denomina alas de compasión, y claramente estamos hablando de uno de nuestros referentes de consulta en estas temáticas. Estamos hablando del Terapeuta Edgardo Esquina, con su mirada distinta sobre el intrigante mundo del ser.

CREDITO CARAS

¿El perdón está ligado al ser compasivo?

Claramente es así. Más allá del bienestar, de mi salud mental al hacerlo, tenemos la dificultad de llevar adelante esta acción, por confundir, creo yo, algunos criterios.

Sabemos que el ser humano tiene dos características muy importantes como la elección y la voluntad. Ahora, mas de una persona estará diciendo, JUSTAMENTE ESA ES LA CUESTIÓN. ¿Porque si alguien que puede elegir, determina accionar de una forma hiriente hacia mí y tengo que perdonarlo??

Sencillamente, porque de nada sirve guardar rencor, resentimiento, odio, con cada persona que acciona de esa forma ante nosotros. En vez de vivir aliviados, con el perdón como antídoto, corremos el peligro de dejar entrar emociones negativas.

No debemos subestimar este tipo de emociones, y ser conscientes, dado el poder de destructividad de nuestra vida.

En el acto de perdonar, no eliminamos la responsabilidad de la persona actuante, ya que debe aprender y cambiar. Tampoco olvidamos mágicamente. Pero si, dejamos de albergar sentimientos negativos hacia la persona.

 En lo referente a la acción, debemos utilizar nuestra inteligencia y gestión emocional, para que no influya en nuestro crecimiento espiritual, ni salud emocional.

No aceptamos el maltrato como si nada pasara, sino que tomamos nuestras acciones para impedirlas, incluida la física de ser necesario, sin sumergimos con sentimientos negativos hacia el actor. DIFERENCIAMOS EL ACTOR DEL ACTO, y mantenemos una actitud más compasiva, tanto con el actor como con nosotros.

 

¿Entonces, el perdón y la compasión va en ambas direcciones?

Exactamente. El perdón y la compasión, si bien al ponerlos en práctica, es aplicable tanto para uno como para la persona que compadezco, podríamos decir, inclusive, que el beneficio es superior a nosotros mismos, dada una vida mental acorde, que apuntale nuestra paz.

 

¿La compasión es una emoción?

Algunas personas difieren de esta definición. La compasión, hablando en general, no sale de forma espontánea, sino que la vamos desarrollando, cultivando, por medio de nuestra práctica, razonamiento.

Por esto mismo, que no es considerada una emoción, en lo personal, me gusta considerarla así. Por contradictorio que parezca, si la desarrollamos, cultivamos, practicamos, ¿no tendríamos acaso, el beneficio extra de la espontaneidad?

Pero ¿qué es la compasión? No es sólo el interés por la persona que sufre, ni el reconocimiento de sus necesidades, de su dolor, ni es un afecto genuino por las personas dolientes. Claramente, en la misma sintonía, hay que tener la determinación de hacer todo lo posible y necesario, para contribuir a disminuir su sufrimiento.  La compasión no es auténtica, sino es activa.

La compasión no es lástima. La lástima tiene sus raíces en el miedo, en la arrogancia de sentirnos superiores, y hasta puede haber un dejo de alegría por no ser nosotros en esa situación desagradable.

Nuestro peor enemigo, es el culto al yo. Al ejercer esa auto idolatría, que es la base de todos nuestros males y el daño que ejercemos hacia los demás, producimos pensamientos, emociones, y acciones negativas, que lejos están de nuestra felicidad.

Seguimos tercamente apegados a la ilusión, la idea, de creer que debemos cuidarnos por encima de todo y de todos como mejor protección, pero en realidad es todo lo contrario. El cuidar del otro, resulta en un cuidado profundo de nuestra esencia, nuestro yo verdadero.

En esta adicción social que impulsa el individualismo, en este miedo de enfrentar conflictos, viejas heridas, en esos resentimientos, enojos, frustraciones, todos aspectos que alimentan nuestra ignorancia espiritual, perdemos de vista lo evidente. Lo evidente del amor, lo evidente de la bondad, lo evidente de la compasión, lo evidente que todos los seres somos iguales y que sufrimos cuestiones semejantes, no siendo distintos de los demás, ni superiores al resto.

Al lograr concebir al otro como una persona real, igual a nosotros, nos permite abrir nuestro corazón de formas desconocidas, incluyendo relaciones ricas, nutritivas, y un sentido distinto, nuevo, a nuestra vida.

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