En las profundidades de nuestros barrios más vulnerables, se encuentran historias que anhelan ser contadas. Las palabras, sentimientos y vivencias de las mujeres que asisten al espacio grupal no solo ofrecen un “vistazo” a su realidad, sino que también reflejan la fortaleza y la resiliencia que emergen en medio de situaciones difíciles. Cada encuentro es un tejido de experiencias compartidas, donde la confianza se convierte en un refugio y el diálogo, en una herramienta transformadora. A través de sus voces, estas mujeres nos invitan a comprender la riqueza de sus trayectorias, los desafíos que enfrentan y las esperanzas que construyen en colectivo.
Me conmueve lo que Roxy, una mujer de cerca de 60 años, narra con angustia y sufrimiento, su vivencia con su hijo adulto en un escenario de consumo problemático de sustancias y posible trastorno mental. El desborde era profundo y las mujeres, apoyadas por la profesional a cargo de la coordinación, lograron comenzar a contenerla. Pudo sentirse acompañada al expresar su sufrimiento acerca de "la aniquilación" de su ser querido y ser escuchada "sin prejuicios" en un ambiente seguro y cariñoso.
Otra vecina, Cristina, que pertenece al grupo, narra su experiencia sobre la relación de violencia que viven cotidianamente en el barrio "nos separa una pared" entre sus residentes y el temor que le provoca pedir ayuda para detener lo que se está oyendo "gritos, golpes, los chicos escuchan y ven todo" (sic). Comprender que existen recursos de teléfono sin costo puede ser una vía para pedir ayuda y no es imprescindible suministrar la información personal. Otra vez, entre ellas emergen ideas para seguir fortaleciendo lazos que promuevan la comunicación en esos momentos de temor y tensión. Un grupo de WhatsApp es una excelente alternativa para pedir ayuda y que otra mujer comience el llamado al 911.
¿Cómo continuamos después de estos testimonios? Siguiendo con el trabajo en el espacio grupal, nos reunimos semanalmente para fomentar el intercambio de palabras y la escucha activa. El compartir y sentir emociones, junto con las risas, ayuda a fortalecer el tejido social en el barrio. Las mujeres se convierten en multiplicadoras de la esperanza, demostrando que es posible no estar solas en medio de las carencias institucionales y la violencia.
Si queres seguirme en estos temas y más te espero en @taller_las_mariposas
Abrazo
Natalia L. Rigamonti
Lic. en Trabajo Social
M.P.12659