Desde sus inicios, Bard apostó por lo auténtico. Sus licores nacen de ingredientes locales: la fruta yatay —proveniente de la palmera Butia yatay—, cáscaras de naranja y miel pura de eucalipto. Todos ellos provienen de productores cercanos y están libres de agroquímicos, lo que garantiza un perfil natural en cada gota.
El proceso es tan artesano hoy como lo era hace más de un siglo: la familia Bard sigue cocinando el almíbar en grandes ollas de hierro sobre fuego de leña durante más de 10 horas, igual que en 1908. Luego, la maceración de la fruta se realiza durante al menos un año, una paciencia que aporta profundidad y carácter al licor final.
Este compromiso con lo natural le confiere a cada variedad un color, aroma y sabor únicos, que no dependen de aditivos, sino exclusivamente de su materia prima. Además, la familia ofrece visitas guiadas donde se puede conocer la historia, las antiguas herramientas (como una encorchadora del siglo XIX) y participar de una degustación al final del recorrido.
La tercera generación, liderada por Olga Bard, es la responsable de mantener viva la receta original de sus abuelos. Ella relata que “no usamos ningún tipo de aditivo químico… el tiempo, la paciencia y la pasión es lo que hace que nuestro producto sea diferente a todo lo demás”.
En un mundo donde lo industrial y lo artificial muchas veces prima, Licores Bard destaca por su fidelidad al pasado, su respeto por la naturaleza y su orgullo por lo regional. Cada sorbo es un viaje al Entre Ríos tradicional, una experiencia sensorial cuidadosamente construida durante generaciones.
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@licoresbard
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