Santiago me dejó un mensaje por Instagram a partir de una publicación en la Revista Caras like. En ella contaba la historia de Alejandra, que tras alcanzar el cargo de alto mando que tanto deseó, enfrentó un impensado primer desafío, reconocer su inseguridad frente a la “traición” de su mejor compañera.
Decía que la nota le había interesado y que se había sentido identificado.
Me explicó que tiene 45 años, es ingeniero mecánico, y ocupa un cargo de mucha responsabilidad.
Desde hace muchos años trabaja conduciendo equipos de alto rendimiento. Más allá de su formación como ingeniero, realizó una maestría en administración de empresas, obteniendo una visión holística de las organizaciones, que sin duda le permitieron realizar mejoras y saneamiento en áreas sensibles.
Sus habilidades para conformar equipos, cuidar a su gente, potenciar talentos, gestionar conflictos, y negociar son irrefutables. Hablamos acerca de negociaciones con los sindicatos, del desafío de generar pertenencia entre gente sindicalizada que cobra mucho más dinero alineándose en posturas duras con los gremios que siendo empleado.
Hablamos del desafío de cuestionar paradigmas y cambiarlos.
Me contó que cuando leyó la nota que lo llevó a escribirme, sintió que su caso era la otra cara de la moneda. El artículo al que se refería Santiago relataba que Alejandra en la primera reunión con las autoridades de la empresa tuvo su primer traspié: su mejor compañera, amiga, dejó entrever que la nueva jefa tenía menos formación académica que ella, y esto generó consecuencias
Por su parte Santiago había estado trabajando con un colaborador en un proyecto muy importante, codo a codo y el día de la presentación, olvidó mencionarlo como co-autor del trabajo.
El compañero, que además era parte de su equipo a cargo, según pasaban los días se mantenía en silencio y distante, Santiago lo percibió y lo convocó a una conversación en la cual su compañero le dijo que, con lo sucedido, se había sentido poco valorado y que estaba buscando trabajo en otra empresa.
Entendió que había cometido un grave error, que no había sido intencional, pero había ocurrido. Nunca más lo pudo olvidar, y le quedó como esos hechos notables de la vida.
Pidió disculpas y además reparó la relación con su empleado. Convocó a una nueva reunión donde reconoció su labor, y trabajaron juntos en muchísimos proyectos más.
Santiago mostró sus valores y liderazgo personal, asumió la responsabilidad, reconoció el error, evitó excusarse, fue transparente en la información otorgada. Estas acciones fomentaron la confianza que sus colaboradores tenían con él, valorando su compromiso con la honestidad y empatía.
Santiago generó una diferencia en su gestión. Ganó el respeto y reconocimiento de su equipo, sus pares y superiores. Instaló una nueva cultura organizacional.
Había reforzado su liderazgo personal y de equipo, pero otro hecho lo atravesó poniéndolo a prueba.
Hace cinco años le diagnosticaron Parkinson y su vida pareció desmoronarse. En ese momento el joven que se comía el mundo daba por tierra todos sus sueños y anhelos.. Su vida profesional y personal osciló como un péndulo, entre buenos y malos momentos. Al principio no pudo contarlo por sentimientos encontrados de culpa, bronca y vergüenza. Hasta que no le dio más el cuerpo
Entonces aceptó, aprendió y mantuvo una actitud positiva y de responsabilidad plena. Primero con él mismo y luego con su equipo y su familia.
Hoy como al pasar me dijo que se encuentra en un momento muy satisfactorio de su vida, como si el diagnóstico le hubiera ofrecido una segunda oportunidad. Lo puso de cara a lo importante de la vida, su familia, sus amigos, cuidar su cuerpo, sanar su alma y alimentar su espíritu. Mantener un equilibrio entre lo laboral y su nueva vida.
Hoy en su trabajo lo convocan, lo llaman, y le piden asesoramiento.
Además ha elegido la posibilidad de ayudar a las personas que también viven con EP e ir para adelante.
Santiago es un LÍDER. Lo que comenzó como el interés de un joven profesional por construir liderazgo en el área laboral, se puso a prueba en la vida personal al momento del diagnóstico y cultivó resiliencia, esa capacidad que frente a la adversidad te permite resignificar.
Confió en el mejor equipo: su FAMILIA a la que me indica que nombre en mayúsculas y haga público su agradecimiento.
Hoy no se trata de coaching, sino de la vida de Santiago. Mi más profunda admiración.
Pd: Un reconocimiento especial a todo el equipo de profesionales que acompañan a Santiago hoy.
Liliana Berastegui
Coach Ontológico
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