Redactora/periodista, Cronista TV, Locutora
NaiVecchio
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El 27 de octubre fue un domingo diferente para Alejandro “Marley” Wiebe (49). Y no precisamente por las elecciones presidenciales, sino porque su hijo Mirko cumplió dos años y el conductor armó un íntimo festejo con asado en su casa. “Mirko sopló las velitas con mucha felicidad. Le regalé varios autos porque es su juguete favorito. Su padrino, Coco Fernández, le trajo una cama elástica; Vicky Xipolitakis le mandó una carpa india; Telefe, un kit de productos de Bob Esponja; mi hermano, Ricardo, un tractor amarillo. Y su madrina, Susana Giménez, le está preparando un especial festejo para el domingo 10 de noviembre que la visitamos en su programa. Como recibió muchas cosas, entre ellas una parrilla y ¡hasta un pequeño inodoro de parte de su tío Federico Hoffmann!, vamos a donar algunas”, asegura mientras Bailey —el labrador que hace un año eligió para que crezca junto a su heredero—disputa con Mirko su atención. “Fue algo chico porque cayó justo el día de la votación, pero a Mirko le gusta tanto festejar que seguiremos celebrando. Además, no sé a dónde voy a poner tantas cosas dulces ricas”, agrega sobre la torta decorada con animalitos realizada por Patricia Grenni, las cookies, las milk box personalizadas para golosinas y el candy bar de la selva que Agustina Gallesio realizó especialmente para la producción con CARAS.
— ¿Cómo vive la paternidad a dos años de la llegada de su hijo?
—Mirko cambia todo el tiempo y me voy adaptando permanentemente a nuevas etapas como padre. Va aprendiendo a una velocidad rapidísima: ya sabe todos los colores y, como ahora tiene una obsesión con los autos, cada vez que paseamos por la ruta los señala y dice su color. Ayer vimos “Paw Patrol” y decía “gua gua” marrón, “gua gua” blanco, “gua gua” azul, “gua gua” rojo... También el otro día me sorprendió diciendo el abecedario en inglés porque no lo escuchó de nosotros. Como antes de irse a dormir pide ver el dibujito del bus, ahí seguramente escuchó el abecedario porque veía cada letra y la decía inmediatamente en inglés. Yo se lo enseñé en español y ahora se lo estoy diciendo en alemán porque quiero que vaya a una escuela trilingüe. El año próximo empezará el jardín de 2 en Goethe Schule Buenos Aires. En base a él, me organizaré en 2019 para hacer mi programa “Por el Mundo”. Obviamente que cuando empiece sala de 5 no voy a poder hacer el programa de viajes porque no quiero cambiarle la vida escolar.
—Lo está demandando mucho más como papá…
—Sí, antes cuando Mirko era bebé, ¡tenía más independencia! Está en una etapa donde necesita que yo esté muy presente, desde que se despierta grita: “papá, papá”. Está todo el tiempo chequeando a dónde estoy. No me deja ni sentar en los sillones, me tira de la ropa para que me siente en el piso con él. O cuando anda en triciclo quiere que lo persiga y alcance arriba de un dinosaurio inflable que tiene. Y yo tengo 49 años, no me da el cuerpo para saltar de esa manera, entonces le hago trampa y corro con el inflable en la mano y cuando se da vuelta hago que estoy sentado porque después me empieza a doler la espalda… ¡Ja ja! Cuando cocino, quiere que lo tenga a upa. A veces hay que distraerlo para que yo pueda ir al baño. Igualmente tengo mucha gente que me ayuda, como mi mamá Ana María o mi hermano “Ricky”, quienes se quedan con él cada vez que hago viajes cortos. Por ejemplo, como ahora el 25, que viajó a Nueva York por “La Voz Argentina”, que fue nominada a los Emmy como “Mejor Programa de Entretenimiento Mundial”. Lo que le da tranquilidad cuando no estoy, es ver mi auto en la casa.
—¿Cómo vive Mirko la exposición?
—Bien, él siempre será el hijo de una persona pública. Por eso, la exposición no se puede cambiar. Pero hasta ahora no tuvo grandes cambios, sólo cuando estamos en la calle la gente lo mira y saluda. Pero son muy respetuosos y no lo invaden. Cuando me piden fotos, les explico que le pueden sacar sin que él se dé cuenta, no va a posar porque es un nene que está jugando. El límite es ese. Si justo estoy caminando con él en brazos y alguien se acerca y saca una selfie, está todo bien. Lo que no permito es que se saque individualmente fotos con todos. La idea es que tenga una infancia lo más normal posible, eso hablé también en la escuela: para que todos lo traten como uno más. Mirko es un niño feliz, que siempre está con una sonrisa contagiosa, tiene buen humor. Todo le causa gracia. No llora casi nunca, excepto cuando está enfermo.
—¿Cómo toma las críticas que le hacen algunos sobre que lucra con su hijo?
—Entiendo que cada uno pueda opinar lo que quiera y que no estén de acuerdo con lo que hago. Pero no está en mí meterme en peleas: cuando dicen alguna bestialidad al respecto, yo les mando un beso. Ahora él va a ser la cara de Pampers Argentina y esas cosas sí las pienso y analizo antes de hacerlas. Me pareció importante porque esta misma publicidad se hizo en otras partes del mundo con mujeres famosas con sus hijos y que acá hayan elegido a un padre con su hijo, me pareció una oportunidad hermosa para mostrar que hay nuevas familias y que los padres también hacen las funciones de las madres. En la grabación, Mirko se divirtió un montón porque estaban preparados para hacerla con niños, tenían personas dedicadas para que él estuviese jugando, sin darse cuenta de que estaba siendo filmado. Y por otro lado, también lo hice porque es un montón de dinero que lo deposito en una cuenta a su nombre para que el día de mañana cuando tenga 18 años, cuente con más recursos para seguir la carrera que quiera. Tampoco acepto todas las publicidades y trabajos que me proponen con él, sólo aquellos que a mí me parecen que tienen un mensaje detrás y donde él se divierta.
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