Ni en su sueño más intimo imaginaba convertirse en la poderosa mujer que es en el presente. María Eugenia Vidal, o“Mariú" como le dicen su circulo íntimo, se ha posicionado hoy en día como una mujer fuerte y referente de las generaciones que vienen. Desde temprana edad, la hoy gobernadora ensayaba su formación como dirigente en el centro estudiantil del Instituto “Señora de la Misericordia”, del porteño barrio de Flores.
En un reino de hombres donde las mujeres se abren paso a base de aires de renovación y espíritu maternal, Vidal es la gran protagonista de la política argentina de hoy en día. El costo que tuvo que pagar es dejar a un lado a la María Eugenia madre y a la mujer para asumir las obligaciones del cargo.
Desde el minuto cero resignó libertad, cuando el personal asignado a su custodia le exigió que se mudara de su modesto chalet de Castelar a la Base Aérea Militar de Morón. “Es un cambio importante en mi vida y en la de mis hijos. Pero cuando asumí la gobernación sabía dónde me estaba metiendo y sabía que iba a dar peleas muy difíciles contra las mafias. Quería estar segura de que podía preservar a mis hijos, de que cuando yo me fuera a trabajar y ellos se quedaran en casa, podía irme tranquila porque estaban en un lugar seguro”, explicó en una reciente entrevista a Jorge Lanata.
Su premisa siempre fue que la rutina de sus hijos se modificara lo menos posible. Por eso aún estudian en el colegio privado “Crear y ser”, que promueve la solidaridad, el compromiso y el esfuerzo.
Casi en simultáneo a su asunción y a la decisión de la mudanza, se separó del padre de sus hijos, en marzo de 2016, recién iniciada su gestión. Con Tagliaferro se conocieron mientras estudiaban Ciencias Políticas en la Universidad Católica. A diferencia de otros matrimonios de dirigentes, en su caso el amor precedió a la política.
Hoy mantienen una buena relación personal que tiene su correlato en la política, donde llevan un vínculo de gobernadora a intendente. “Hoy los dos queremos que el otro esté bien, que sea feliz. Tenemos una gran relación de papás. Hablamos todo el tiempo sobre los chicos; sobre los límites que sean iguales en una casa que en la otra. No tomamos ninguna decisión importante sobre ellos sin consultarnos”, explicó en un reportaje de campaña.
Como madre admite ser “bastante densa”, porque así fueron sus padres con ella. Es de hacer hincapié en el sacrificio, el esfuerzo y la responsabilidad, y es consciente de que el crecimiento en la vida profesional es “paso a paso”. “Soy más transpiración que inspiración, y a mis hijos les transmito eso”, remarca en cada entrevista.
Aunque en un primer momento prefirió preservar a sus hijos de la política entendió que la actividad es parte de su vida y decidió participarlos en sus actividades, como una manera de que entiendan su trabajo y comprendan sus ausencias.
En ese sentido, siempre que su agenda lo permita, por la noche tiene un espacio irrenunciable con sus hijos: comer con la televisión apagada para promover la charla y después irse un rato a la cama con ellos. Ese es su cable a tierra, su “desintoxicación”, que le hace olvidar la contractura en la espalda con la que convive desde hace un año y medio.
Pero el “corset” no sólo ajustó su vida personal. En busca de un mayor bienestar y de sentirse más a gusto con su imagen, a fines de 2015 perdió 15 kilos con una dieta del doctor Alberto Cormillot.
El ritmo de la política y del año electoral no quebró su disciplina alimentaria. A su rutina sumó el yoga, una actividad que compartió brevemente con su hija y luego abandonó, así como la cinta para correr que le regaló Macri, que casi no usó. Lo que no claudicó fue la dieta a base de mucho pescado, poca carne, variadas frutas y verduras, y pocas harinas. Ese ha sido el secreto para permitirse “abusar” de la minifalda, que tanto sus colaboradores como su madre le piden que modere.