En interiorismo, la verdadera creatividad no nace solo de la mente del diseñador, sino del diálogo profundo con quien va a habitar el espacio. Escuchar, observar y comprender son las herramientas más valiosas para crear ambientes que no solo sean bellos, sino que también funcionen y se sientan como hogar.
Cada cliente trae consigo una historia, un modo de vivir y una visión estética, aunque a veces no pueda ponerlo en palabras. Mi tarea es traducir esas sensaciones en colores, texturas, distribución y luz. No se trata de imponer un estilo, sino de encontrar juntos el que cuenta su historia y se adapta a su vida cotidiana.
Para lograrlo, siempre comienzo con tres preguntas clave:
- ¿Cómo se vive este espacio?
- ¿Qué necesita para ser práctico?
- ¿Qué sensaciones quiero que despierte?
Cuando esas respuestas guían el proceso, el resultado es un diseño con propósito: funcional, estético y orientado al bienestar. La estética no es un fin en sí misma, sino la consecuencia natural de un espacio que funciona y que, día a día, mejora la vida de quienes lo habitan.
Un ejemplo claro fue un proyecto donde cada miembro de la familia debía encontrar su rincón ideal: un escritorio junto a la ventana para trabajar, un sofá perfecto para las noches de cine, una cocina que invitara a reunirse. Todo surgió de escuchar con atención y proponer con sensibilidad.
Y es que los espacios no son solo escenarios; son parte activa de nuestras vidas. Nos acompañan en la rutina, guardan nuestros recuerdos y, si están bien diseñados, pueden incluso mejorar nuestro estado de ánimo. Un sillón que invita a quedarse, una luz que acaricia en lugar de deslumbrar, una textura que provoca tocarla: son pequeños gestos que, sumados, construyen un diseño emocional y cotidiano.
En un proyecto en Escobar, por ejemplo, trabajamos con una paleta neutra combinada con toques en negro y dorado para aportar elegancia, pero también sumamos madera y textiles para dar calidez. El objetivo era claro: que cada día en ese espacio se sintiera especial.
Diseñar para vivir es diseñar para sentir. Escuchar es el punto de partida, el propósito es el camino, y la emoción es el destino. Porque al final, un hogar no es solo un lugar donde se está, sino un lugar donde se vive plenamente.
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