viernes 14 de noviembre del 2025

Amar no siempre significa entenderse

Cuando hablamos de lazos de amor nos referimos a esos lazos los que nos sostienen, nos enseñan y nos acompañan a lo largo de nuestras vidas. Galería de fotosGalería de fotos

Lic. Sandra C. Gerardi
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La familia es el primer lugar de pertenencia, el espacio donde aprendemos a amar, a cuidarnos y a convivir con otros… o al menos, eso es lo que se espera. Sin embargo, no siempre es tan sencillo.

De niños, en la mayoría de las familias, las relaciones suelen ser fáciles de sobrellevar. Las diferencias pasan casi inadvertidas o por lo menos no le damos mayor importancia, pero de adultos esas diferencias comienzan a ser más visibles. Cada integrante tiene su personalidad, perspectivas, diferencias de pensamiento, de valores y de forma de vida, lo cual, en algunos casos, pueden resultar perturbador. Lo que antes parecía una convivencia sencilla se transforma en un espacio donde afloran los contrastes y conflictos personales. Es entonces cuando las relaciones familiares requieren más comprensión, empatía y madurez para mantenerse fuertes a pesar de las discrepancias.

Así como tenemos diferente color de piel, cabello o rasgos, también somos distintos en el carácter, los valores y las formas de ver la vida. Compartimos ADN, sangre e historia, pero eso no siempre alcanza para garantizar vínculos sanos, comprensivos y cercanos.

Cada integrante es un ser único, con su propio modo de sentir, pensar y esperar del otro y las diferencias, que las hay, muchas veces se convierten en desencuentros, distancias, enojos e incomodidad. Y no importa cuánto amemos a nuestros seres queridos, aun así, podemos sentir que hablamos idiomas distintos dentro de un mismo hogar. 

Siempre digo que "Con el amor no alcanza"...para entendernos debemos asumir que los vínculos humanos son complejos y que el afecto necesita del respeto, la empatía y los límites para sostenerse a lo largo del tiempo de una forma sana. Ya que amar no significa pensar igual, ni recorrer los mismos caminos, ni compartir los mismos gustos o intereses. Aceptar las diferencias, comprender que ningún vínculo es perfecto nos lleva a relaciones más conscientes, honestas y, sobre todo, más reales.

Debemos aprender a convivir con las diferencias, aceptando y respetando al otro tal como es, pero sobre todo respetándonos a nosotros mismos. Porque amar implica precisamente eso: comprender, acompañar y valorar sin perder la propia identidad. En definitiva, amar es un acto de equilibrio entre el afecto hacia el otro y la fidelidad a lo que somos.

Lic. Sandra C. Gerardi

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