En los últimos años, la ansiedad se ha convertido en una de las problemáticas emocionales más mencionadas y, al mismo tiempo, más incomprendidas. Se manifiesta de formas diversas: insomnio, dificultad para concentrarse, sensación de ahogo, pensamientos acelerados o una inquietud constante sin causa aparente. Pero ¿qué hay detrás de este síntoma tan frecuente en nuestra sociedad?

En este último tiempo, la mayoría de las personas que llegan a mi consulta presentan uno o varios de estos síntomas.
Los especialistas afirman que la ansiedad está estrechamente ligada al modo de vida actual: la sobreexigencia, la inmediatez, la hiperconexión digital y la falta de pausa. Vivimos corriendo detrás de obligaciones, resultados y expectativas que muchas veces nos alejan del presente. En ese contexto, el cuerpo y la mente comienzan a enviar señales: tensión muscular, fatiga, palpitaciones o una sensación permanente de alerta.
El cuerpo responde con ansiedad cuando percibe que no puede sostener ese ritmo para obtener resultados inmediatos. Es una reacción del cuerpo y de la mente, un miedo al futuro, a lo que se desconoce, a lo incierto.
Desde la mirada de la biodescodificación, los shocks emocionales quedan grabados en la memoria inconsciente y se reactivan frente a situaciones que disparan el patrón de comportamiento que se programó.
Una pérdida, una decisión forzada, un cambio brusco o la sensación de desprotección pueden dejar huellas que, con el tiempo, se traducen en síntomas de alerta. La ansiedad muchas veces aparece cuando el cuerpo intenta avisarnos que algo interno necesita ser atendido o comprendido.
Reconocer, aceptar y sanar
La ansiedad es un mensaje del cuerpo que pide escucha. El primer paso es reconocerla sin juicio y buscar acompañamiento adecuado. En mis sesiones presenciales o virtuales brindo herramientas y guía para ese proceso.
Pequeños gestos cotidianos también suman: caminar sin prisa, desconectarse del celular por momentos, respirar profundo, escribir lo que se siente. Cada pausa es una forma de volver al presente.
No se trata solo de calmar el síntoma, sino de preguntarnos: ¿qué parte de mí está pidiendo atención?, ¿qué no estoy pudiendo soltar?, ¿de qué quiero protegerme?
Quizás la ansiedad sea una oportunidad de reconexión con lo esencial: volver a habitar el cuerpo, el tiempo y las emociones desde otro lugar.
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Claudia Martinez
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