Priscila por qué cuando hablás de Desarrollo Personal/Profesional, hacés referencia a la importancia de que el crecimiento sea integral?
Porque el crecimiento no es una línea recta, sino una travesía compleja que nos desafía a transformarnos permanentemente. Muchas veces, nos obsesionamos con la acumulación de logros: títulos universitarios, certificados profesionales, ascensos. Pero… ¿y si el verdadero tesoro se encuentra en el viaje mismo? Considerar el crecimiento integral nos invita a ir más allá de lo superficial y a cultivar todas las facetas de nuestro ser. Tiene que ver con la búsqueda de la plenitud, no sólo de la productividad.
¿Y cuál sería el factor más relevante para que ese crecimiento ocurra?
Sin duda el aprendizaje, que es como el combustible para transitar la travesía. Dejar de verlo como una obligación o un examen y abrazarlo como un hábito de vida. Cada libro que leemos, cada conversación que entablamos, cada error que cometemos es una oportunidad de expandir nuestra conciencia. Lo maravilloso de esto es que el aprendizaje no se limita a un lugar en particular; está en las calles, en la experiencia, en la reflexión sobre aquello que nos saca de la zona de confort. Es la curiosidad la que nos mantiene vivos, la que nos empuja a desaprender para volver a aprender con una perspectiva nueva. Y es ahí donde las habilidades blandas emergen con un poder inesperado.
Contanos sobre las habilidades blandas…
En principio es fundamental reconocer que no son sólo "habilidades", son los puentes que construimos entre nosotros y el mundo. La empatía por ej. no es una cualidad innata, sino un músculo que se entrena al ponernos en el lugar del otro. La resiliencia no es la ausencia de dolor, sino la capacidad de levantarnos después de la caída, usando cada cicatriz como un mapa para el futuro. La comunicación deja de ser una simple transmisión de información y se transforma en el arte de conectar, de inspirar y de construir confianza.
El crecimiento integral es la fusión de esos elementos. Es entender que no es sólo el número de tareas completadas lo que importa, sino la calidad de nuestra presencia. Es saber que podemos ser brillantes en nuestra profesión/trabajo y, a la vez, ser compasivos y vulnerables. Es reconocer que el éxito verdadero no es un destino solitario, sino una expedición compartida. Al final, lo que realmente nos define no es lo que logramos, sino en quién nos convertimos en el proceso.
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