Sanar el vínculo con mamá transforma nuestra vida

¿Por qué es tan importante este vínculo?

Porque mamá representa la vida. Si estoy en paz con mi madre, me siento en paz con estar viva, y desde ahí puedo tomar con fuerza todo lo que la vida tiene para ofrecerme.

Pero si hay conflicto, rechazo o dolor no elaborado, lo que suele pasar es que, sin darnos cuenta, nos mantenemos en lucha con nuestra vida, y todo se dificulta.

Las emociones no procesadas con la madre suelen quedar atrapadas en el cuerpo. Se convierten en ansiedad, tal vez en dolores físicos o en una sensación de vacío que nada llena. Se vive con una sensación de desarraigo, de no tener un lugar en el mundo, de estar en “modo supervivencia” todo el tiempo.

Sanar con mamá es volver a la raíz. Es recuperar el contacto con tu niña interna, darle lugar a su dolor y, al mismo tiempo, posicionarte como adulta, capaz de cuidar de sí misma. Desde ahí, la vida ya no es una lucha: hay calma y, sobre todo, fuerza.

Sanar no significa necesariamente tener una relación cercana o reconciliarse físicamente con la madre. Significa elaborar internamente lo que pasó, dar lugar al dolor, nombrarlo, atravesarlo y soltar la expectativa de que ella sea distinta. Es pasar del reclamo a la comprensión, dejar de quedarte atada a esa herida y poder mirarla con otros ojos.

El trabajo de sanar con mamá es profundo, pero es el único camino que realmente transforma. No solo alivia: te libera. Y cuando lo hacés, la vida cambia radicalmente.

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