miércoles 17 de diciembre del 2025

SER O NO SER MADRES: EL MANDATO QUE ATRAVIESA A TODA GENERACIÓN

La tercera temporada de Envidiosa volvió a poner sobre la mesa un tema tan actual como incómodo: el deseo —o no deseo— de ser madre. Cuando a Vicky, la protagonista interpretada por Griselda Siciliani, se le abre la posibilidad de gestar, empieza una carrera contrarreloj que arrasa, justamente, con la pregunta inicial: ¿quiero ser mamá o estoy respondiendo a un mandato social? Galería de fotosGalería de fotos

SER O NO SER MADRES: EL MANDATO QUE ATRAVIESA A TODA GENERACIÓN
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Durante generaciones, a las mujeres se nos ubicó en un único destino: ser madres. Jugábamos con muñecas, crecimos entre relatos romantizados del embarazo y la crianza como si fueran el punto cúlmine de la realización cómo mujer. Ese guion, invisible pero contundente, moldeó identidades y silenció preguntas.

Preguntarse si la maternidad era un deseo propio o una obligación era casi un sacrilegio. Quien lo hacía, cargaba el estigma de la mala mujer. Y así, fuimos creyendo en un supuesto instinto materno, casi animal, como si fuera un destino biológico inevitable.

Lo cierto es que, cuando empezamos a ponerle signos de interrogación a ese mandato, recuperamos algo que nos había sido negado: el derecho a elegir. Ese movimiento se acompañó de avances científicos que ampliaron posibilidades —desde la preservación de óvulos hasta métodos de fertilidad de alta complejidad— y, por supuesto, de la ampliación de derechos con la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, sancionada el 30 de diciembre de 2020.

Preservación ovárica, donantes de esperma para quienes desean maternar solas, subrogación de vientre en casos de imposibilidad: hoy existen múltiples caminos para gestar o para postergar una decisión que nunca es del todo cómoda.

¿Cómo responder con seguridad una pregunta que atraviesa toda nuestra historia?
¿Cómo decidir “sí” o “no” como si fuera comprar pan en la esquina?
¿Cómo sostener liviano el peso sociocultural cuando el mundo apura, el cuerpo apura, y el sistema —tan injusto y tan poco preparado para acompañarnos— apenas sostiene?

Como le sucede a Vicky con sus cuentas matemáticas para alcanzar una meta que ni siquiera es suya, muchas mujeres viven hoy angustiadas, ansiosas y rodeadas de incertidumbre.

¿Y si hoy no quiero, pero después me arrepiento?

¿Y si nunca encuentro con quién?

¿Y si quiero, pero no puedo?

¿Y si mi pareja no quiere, o ya tiene hijos?

Las preguntas parecen infinitas. Las respuestas, casi siempre esquivas.

Como psicóloga y como mujer, llevo casi diez años acompañando estas preguntas, las mismas que también me interpelaron en momentos claves de mi vida. Y aunque cada historia es distinta, hay algo que nunca olvido: en un mundo que apura e impone, la única certeza real es tenernos a nosotras mismas. Romper moldes. Elegir qué hacer con lo que nos toca, sabiendo que lo demás —el tiempo, el cuerpo, el sistema, los otros— no están bajo nuestro control.

Creo que ésa es la verdadera ganancia para las generaciones que vienen, y también una forma de honrar a quienes no tuvieron el derecho de preguntarse.

Mi sobrina más grande dice, con esa sinceridad diáfana que solo tienen las infancias, que no quiere ser mamá. Sé que habla desde la inocencia y que desconoce el mundo que la espera, un mundo que a veces cambia para que nada cambie; un mundo donde siguen existiendo estigmas, miradas lastimosas y juicios para quienes no pueden o no quieren maternar.

Pero también sé que ella crecerá más preparada, al menos emocionalmente, para hacerse cargo de su deseo. Porque hoy existe una pregunta instalada que nos corrió del rol único que nos otorgó la naturaleza, de ese instinto materno que nunca existió.

Ojalá siempre pueda acompañarla como un espejo amable: uno que le recuerde que no hay una sola manera de ser mujer, sino miles: la que cada una elija, y que eso, simple y radical, está más que bien.

Y mientras este año se va apagando, me queda un deseo sencillo y a la vez inmenso:
que el próximo año no dejemos de hacernos preguntas.
Como mujeres, como hombres, como personas que intentan habitar un mundo que avanza más rápido que nuestras certezas.

Que no nos asuste no tener respuestas,
que no nos paralice el “no sé”,
porque, al final, el único camino real es ese: avanzar incluso cuando no entendemos del todo hacia dónde; buscar algo que todavía no tiene forma, hasta que un día —casi sin darnos cuenta— la tiene.

Que el año que viene nos encuentre curiosas, libres, honestas con lo que deseamos y más compasivascon aquello que todavía no podemos nombrar.

Porque preguntarse es la mejor forma de ser libres.


Hasta la próxima,

Mag. Sofía C Juárez

Mat. Nac. ° 68797

@psi.sofiajuarez

 

 

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