Ver sin anteojos después de los 50: la revolución de los lentes intraoculares multifocales.

Estos lentes no solo reemplazan el cristalino opacificado —como en una cirugía de cataratas convencional—, sino que también devuelven la capacidad de enfocar a diferentes distancias. Es decir, permiten ver bien de lejos, a distancia intermedia (como una computadora o el tablero del auto) y de cerca. En otras palabras: independencia de anteojos.

La clave está en la óptica avanzada. Las lentes multifocales dividen la luz en distintos focos para que el ojo pueda adaptarse según la distancia. Las EDOF, en cambio, crean una zona de visión extendida que ofrece una transición más suave y natural. El resultado es una visión más continua, con menos halos o deslumbramientos nocturnos, especialmente en pacientes que manejan o trabajan con pantallas.

Pero más allá de la tecnología, lo importante es la personalización. No existe una lente “ideal” para todos: la elección depende del estilo de vida, las expectativas y las características anatómicas de cada ojo. Hay personas que priorizan leer sin anteojos, otras que quieren una visión perfecta para conducir o practicar deportes. Por eso, la evaluación preoperatoria y la conversación con el cirujano son fundamentales.

La cirugía es ambulatoria, indolora y con recuperación rápida. En manos experimentadas, los resultados son predecibles y duraderos. Para mí, lo más satisfactorio es ver la expresión de un paciente al descubrir que puede leer sin buscar sus anteojos o que recuperó una visión nítida después de años de limitaciones. Esa sensación de libertad visual no tiene precio.

Los lentes intraoculares multifocales y EDOF representan mucho más que una solución médica: son una nueva forma de envejecer viendo con plenitud, sin renunciar a los detalles del mundo. Porque ver bien no es solo una cuestión calidad visual, sino de calidad de vida.

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