Fue Miss Argentina a los 19 años, una de las “chicas Olmedo” más recordadas y, por mucho tiempo, una figura icónica del espectáculo argentino. Sin embargo, para Silvia Pérez, esa fama no siempre fue sinónimo de felicidad. En una charla íntima con Héctor Maugeri en +Caras (Caras TV), la actriz se animó a hablar de uno de los momentos más difíciles de su vida: su relación con Santiago Bal, la maternidad en soledad y las heridas que dejó el amor.
La decisión más fuerte de Silvia Pérez
Silvia era apenas jovencita cuando conoció al famoso actor, quien en ese momento seguía casado con Thelma del Río. Pese al contexto, el vínculo entre ellos creció rápidamente. “Se separó para estar conmigo”, recordó la actriz, que en pleno auge de su carrera quedó embarazada. Él tenía 40, ella apenas 20. La diferencia de edad, el ritmo frenético del trabajo y las emociones no procesadas terminaron en una separación prematura. Pero Silvia eligió seguir adelante con su embarazo.
“Me acuerdo que fui al ginecólogo y le dije: ‘Me voy a separar, pero decidí tenerla’. Ya sabía que era una nena, de intuición”, relató con la ternura intacta. Julieta Bal, fruto de esa relación, se convirtió en el gran amor de su vida, y también en su refugio durante los momentos más duros.

“Yo me la tomé para mí sola como consecuencia de que él se distanció. No le fue fácil la separación. No venía a ver a Juli. Yo tomé el rol de madre y padre”, confesó sin dramatismo, pero con la contundencia de quien atravesó sola la crianza. La ausencia de Santiago Bal —quien luego formó pareja con Carmen Barbieri y tuvo otro hijo, Federico Bal— fue para Silvia un capítulo difícil, marcado por el esfuerzo y el sacrificio.

En plena vorágine mediática, entre sets de televisión, giras y tapas de revistas, la vedette intentó construir un mundo distinto para su hija. “Era criarla, que no le falte nada y yo quería darle todo”, recordó. Y aunque admite que su vínculo con Julieta fue muy apegado —al punto de volverse simbiótico— también reconoce que su hija tuvo que trabajar mucho emocionalmente para poder sanar.
“Ella era lo más sano que tenía… pero no era suficiente”, señaló con sinceridad. Esa frase, cargada de dolor y madurez, sintetiza el lado B de la vida de Silvia Pérez, quien, detrás de los flashes y las cámaras, escondía una lucha silenciosa por sostener el amor, la maternidad y la identidad.

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